San Francisco
La espía que me amó por CÉSAR VIDAL
Un general del KGB tuvo la documentación sobre la bomba atómica americana. La historia había comenzado en España
Las Brigadas Internacionales fueron un ejército creado en el verano de 1936 por Stalin para ayudar al Gobierno del Frente Popular en España. Sin embargo, tras ser derrotadas en la Guerra Civil española, sus miembros no perdieron su utilidad para la URSS. Por el contrario, algunos de ellos fueron utilizados en tareas de espionaje en el mundo libre. Ya en 1998, el coronel Dmitri Tarasov señaló que antiguos interbrigadistas americanos formaron la red del famoso Rudolf Abel, uno de los espías soviéticos más importantes en Estados Unidos. Ése fue el caso, por ejemplo, de Morris Cohen, un interbrigadista miembro del PCEU que fue reclutado por el NKVD en 1938. Tras completar su entrenamiento por agentes soviéticos, fue enviado a Estados Unidos en febrero de 1939, donde colaboraría con el agente soviético Semión Semyonov alias «Twain».
Cohen iba a ser el conducto para que el secreto de la bomba atómica llegara a Stalin. Así, cuando se produjo el arresto de los esposos Rosenberg, acusados precisamente de espiar para los soviéticos, Cohen y su esposa Leontine, huyeron de Estados Unidos. Con el nombre de Peter y Helen Kroger se establecieron en Gran Bretaña, donde seguirían espiando para la URSS hasta su detención en 1961. Canjeados por un inglés capturado por los soviéticos a inicios de los años noventa, los esposos Cohen todavía estaban vivos en Moscú. Pero Cohen no fue el único.
La conexión científica
De hecho, el 10 de abril de 1943, Steve Nelson, antiguo interbrigadista, agente de la Komintern y uno de los panegiristas oficiales del Batallón Lincoln –la contribución norteamericana a las Brigadas internacionales–, se entrevistó con Vasili Zarubin, el jefe del NKVD en Estados Unidos, para discutir la manera de coordinar el espionaje realizado por el NKVD y la Komintern en la mencionada nación. Nelson informó a Zarubin de que llevaba un tiempo manteniendo contacto con los científicos que trabajaban en el proyecto de la bomba atómica en la Universidad de California en Berkeley y que éstos le tenían al corriente de los avances. En marzo de ese mismo año, Nelson entregó un paquete con documentos a Piotr Ivanov, un vicecónsul del Consulado soviético de San Francisco. Buena parte del éxito arrancaba de una agente especial relacionada con el mismísimo Oppenheimer, el padre de la bomba atómica.
La historia había comenzado en febrero de 1937, cuando Arnold Reisky, alias «Jack Reid», alias «Arnold Reid», fue enviado por el PCEU a Francia para ayudar en la organización de las Brigadas Internacionales en España y servir de enlace con la Komintern. Cuando Joe Dallet, el comisario político de la XV Brigada, consiguió que su esposa, Kitty, pudiera visitarle en España, le indicó que debía mantener el contacto con Reid. Dallet murió combatiendo en España en octubre de 1937 y Kitty, ahora al servicio del NKVD, se casó con un científico nuclear llamado J. Robert Oppenheimer.
Al comenzar a estudiarse la posibilidad de crear un arma atómica, Oppenheimer se convirtió en el personaje principal de la aventura. Fue entonces cuando su mujer cumplió a la perfección con sus funciones. Seguramente Oppenheimer nunca llegó a sospecharlo pero, a través de su esposa, la URSS estuvo muy bien informada del desarrollo de los trabajos conducentes a la fabricación de la bomba atómica. Así lo confirmaría, a inicios de los años noventa, Pavel Sudoplatov, un antiguo general del KGB, y lo recordaba hace unos días su hijo. Nunca «la espía que me amó» dio mejores resultados.
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