Nueva York
The Magnetic Fields cero en conducta
Cuándo: 7 de mayo a las 21:00. Dónde: Teatro Rialto. Gran Via, 54. Madrid.Cuánto: desde 25 euros.
El desdén con que Stephin Merrit despacha las entrevistas es legendario. Al otro lado del teléfono, desde Nueva York, una voz que parece recién amanecida de la siesta más larga del mundo, contesta telegráficamente, se sume en profundos silencios. A veces retoma el pulso de la pregunta cuando la siguiente ha empezado a formularse. Una verdadera tortura que se le perdona a este genio creativo responsable de la mayor epopeya sobre el amor jamás grabada «69 Love songs», un disco triple (qué valor) de sombra alargada. Él solo es The Magnetic Fields, una banda atípica que combina ukelele, banjo, acordeón, violonchelo, mandolina, flauta, xilófono, arpa y todo tipo de cachivaches raros, y ahora, otra vez, el sintetizador que les parió. «Antes los teclados eran otra cosa, hoy en día puedes hacer muchas cosas con un sintetizador», concede con desidia.
Canciones con «i»
Igual que se propuso hacer el disco triple de amor, y abandonar los sintetizadores durante tres álbumes, también se empeñó en hacer un álbum («i») con canciones que empiecen por la letra «i». En su úlitmo disco, «Love at the bottom of the sea», casi todos los cortes duran apenas dos minutos. «Es algo que simplemente ocurrió, pero no es el álbum de las canciones más cortas que he escrito. La gente está impresionada pero no me parece tan chocante». De chocante podría calificarse su forma de componer. Asegura que siempre se sienta en la barra de un bar gay y espera la inspiración. «Si, esa ha sido también la manera de hacer en este disco, pero las conversaciones de los demás no siempre son buen material. Una vez al año, funciona, pero el resto del tiempo tienes que estar esperando a que algo ocurra».
Con Merrit al teléfono hay que buscar estrategias como la pregunta aduladora: ¿Ha pensado en escribir un libro? «Sí, de hecho lo estoy escribiendo». Suelta incluso una risita amable. ¿Es una novela? ¿Sobre qué trata? «Sin comentarios». Segundo intento y último: Hay quien dice que es usted uno de los mejores escritores de letras de canciones ¿está de acuerdo?. Segunda risita. «Creo que soy uno de los increíblemente cada vez menos gente que trata de escribir buenas canciones». Para algunos, las canciones de Merrit son literatura. Sin ir más lejos para los responsables de la editorial Contra, que ven en la obra de Stephen Merrit el «lovesong más ambicioso del universo indie» y que se limita a recoger el texto de las canciones de Merrit («The Book of love»), «con toda su amargura, dulzura, melancolía y sarcasmo».
El nuevo disco, «Love at the bottom of the sea», que presenta en Murcia (SOS 4.8, hoy), Barcelona (el domingo) y Madrid (el lunes) está lleno de chispazos de humor que se componen como las cuentas de un collar y rebosantes de ironía como «All she cares is about mariachi» o «Andrew in drag». Todas son historias con el amor como telón de fondo, y ese punto de ridiculez humana que ha hecho que muchos le comparen con el Woody Allen de la música. «Mis personajes salen del mundo real», se limita a conceder en un arranque de generosidad y simpatía. Pero a Merrit hay que perdonárselo, porque su genio es único.
Polémica por adele
A veces no habla y otras la mordacidad de Merrit le lleva a protagonizar polémicas involuntarias. Recientemente ha sido acusado de racista (de forma injustificada) sólo por decir que Adele triunfa porque «es blanca pero suena como una negra. A los americanos les gusta una blanca que suena a negra», dijo.
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