Juguetes mortales

MADRID- El arma con la que Iván Berral terminó con la vida de Rocío Piñeiro el pasado jueves en una iglesia de Ciudad Lineal era una pistola de fogueo trucada. No tuvo que pasar ningún psicotécnico para adquirirla, si es que la compró en una armería. Las hay desde 100 euros y con presentar la fotocopia de un DNI le hubiera bastado para realizar la compra. Después, sólo le hizo falta manipularla (hay páginas de internet que te explican los pasos a seguir) para poder introducir balas del calibre adecuado, y la «inocente» pistola de fogueo ya se ha convertido en un arma letal. Así de sencillo, y de peligroso. La muerte de Rocío y el disparo en el tórax que mantiene a María Luisa Fernández en el hospital de La Paz ha vuelto a sacar del cajón una vieja reivindicación de los sindicatos policiales: más controles en la compra-venta de este tipo de armas. Son mucho más baratas que un arma de fuego pero el resultado, a la vista de los hechos, puede ser el mismo. Eso sí, aseguran los expertos que las trucadas –se puede manipular la cruz forjada que lleva el cañón o comprar uno por internet que soporte más impactos– suelen fallar. «No aguantan más de tres o cuatro disparos porque el cañón, normalmente de plástico o metal, se calienta demasiado con la pólvora. Eso, o se acaban encasquillando porque no están diseñadas para disparar esa munición», explican fuentes policiales. La que llevaba Iván si logró efectuar, al menos, tres impactos; no sabemos si el arma hubiera dado más de sí. En cualquier caso, llevar un arma de este tipo por la calle supone una infracción grave a la Ley de Protección de Seguridad Ciudadana y, si está trucada, se considera tenencia ilícita de armas, delito tipificado en el artículo 563 del Código Penal. Eso si te pillan con una, porque los sindicatos también denuncian que ya no se realizan operativos específicos para la incautación de armas y sólo se requisan cuando se practican identificaciones rutinarias y aleatorias.