Presentación

Tindaya: la utopía de Chillida choca con la crisis

Tras años de batallas políticas, polémicas ecológicas y corrupción económica, el proyecto del escultor para Fuerteventura se reactiva en un momento de austeridad y vacas flacas. Vaciar la «montaña sagrada» cuesta 75 millones de euros.

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«Montaña sagrada» para los aborígenes canarios, hace ya más de 15 años que Tindaya es observada con dividido recelo, entre quienes aprueban su conversión en un recinto artístico y quienes la miran, por eso mismo, como una especie amenazada de extinción. El escultor Eduardo Chillida vio que ése era el espacio idóneo para acometer su proyecto del Monumento a la Tolerancia, previo conocimiento de su viabilidad técnica, a cargo del arquitecto José Miguel Fernández Aceytuno. La desaparición de ambos promotores contribuyó a dar al traste con el polémico «casoTindaya», que encontró desde el principio posiciones polarizadas, sobre todo entre los gobernantes canarios y los movimientos ecologistas, que han venido acusando una maraña de corrupciones económicas en torno al proyecto, además del deterioro cultural y medioambiental que, a su juicio, supondría la ejecución.

De ahí la sorpresa con que ha sido acogido el anuncio de la firma de un acuerdo entre el presidente del Gobierno canario, Paulino Rivero; el del Cabildo de Fuerteventura, Mario Cabrera, y los herederos de Chillida, para la reactivación de una convocatoria pública que, en el plazo de dos meses, permita adjudicar el proyecto. «No costará un euro a las arcas públicas, porque se hará a cambio de una concesión para la explotación turística del monumento», asegura Rivero, que cifra el coste en unos 75 millones de euros. «La medida no tiene nada de electoralista», agregó Cabrera, su correligionario en las filas de Coalición Canaria, partido que, desde hace apenas dos meses, gobierna la Comunidad Autónoma en solitario. Tras anunciar que se reunirá en breve con la familia de Chillida para «desbloquear algunos temas pendientes y preparar la licitación», el presidente del Cabildo insiste en que, «si la licitación se produce antes de las elecciones, mucho mejor, pero el proyecto se licitará cuando todo esté listo», sin que haya la menor relación con la campaña electoral.

No lo ve así nadie que no sean ellos mismos. «Se trata de una ejecución con claros tintes electoralistas», asevera Román Rodríguez, que era presidente del Gobierno canario cuando surgió el proyecto, también con CC, y que hoy lidera Nueva Canarias. «Han tenido cuatro años para hacerlo, cuando además contaban con mayoría en el Parlamento, y lo hacen ahora, que sólo tienen 19 diputados y apenas representan al 23 por cien de los votantes», subraya Rodríguez, quien siendo presidente canario hubo entonces de recular con el proyecto y llevar él mismo el caso a los tribunales, cuando algunos miembros de su Gobierno fueron acusados de corrupción.

Diez años de taquilla

«En estos tres años y medio de Gobierno conjunto no he oído hablar ni una sola vez de Tindaya», asegura José Manuel Soria, presidente del PP canario, que ha sido vicepresidente del Gobierno y consejero de Economía. Ante la premisa de Rivero y Cabrera de que la ejecución del proyecto no costaría nada a las arcas públicas y que la inversión privada sería recuperable en algo más de diez años de taquilla, Soria afirma, categórico: «Eso no se lo cree nadie. Es imposible la materialización de un proyecto de esa envergadura sin desembolso público, y la recuperación por las entradas no la consigue ni el MOMA», afirma Soria, que sí se muestra partidario de llevar a cabo la obra, pero «éste no es el mejor momento».

«En Europa no hay ningún precedente de un proyecto de estas características», manifiesta el eurodiputado Juan Fernando López Aguilar, ex secretario general de los socialistas canarios.

«En realidad, lo que anima al Gobierno de Coalición Canaria no es ningún interés artístico ni cultural, sino que se trata de encontrar un pretexto para sus negocios privados». Cuando se le recuerda que tanto Paulino Rivero como Mario Cabrera han vuelto a argumentar que, con excepción de los verdes, el proyecto-Tindaya, ha estado refrendado por los programas electorales de todos los Partidos en Canarias, López Aguilar exclama: «¡Eso sucedió hace 15 años! Entonces sí había presupuesto para acometer limpiamente una buena idea de Chillida. Pero, retomarla ahora, en plena crisis y en una Autonomía con los índices más bajos en educación, sanidad y servicios sociales es un escándalo», manifiesta.

Hendidura razonable

Ben Magec, el grupo ecologista canario más combativo desde el inicio del caso Tindaya, insiste en esa cuantiosa suma de dinero ya invertido en «una obra plagada de los mayores escándalos de corrupción de la historia de Canarias» –sostiene en un comunicado– y anuncia su interés de celebrar una reunión inminente con la familia del escultor, para hacerles ver «la cara oculta» del proyecto.

En «De Fuerteventura a París», su libro emblemático del destierro, Unamuno exclama: «Ah, Fuerteventurosa isla africana», y la dibuja como un camello tumbado que tiene, justamente, en Tindaya su nutriente giba. En el tramo final del siglo, Chillida colocó en el vaciado de esa misma entraña su sueño paleofuturista. Lo que empezó siendo el proyecto de una hendidura razonable, que no afecta ni al 1 por ciento de la masa de la montaña, se ha convertido en un agujero de especulaciones. «No percibiremos un sólo euro con la materialización de este proyecto», afirma su hijo Luis. «Queremos que se cumpla su última voluntad y verlo así redivivo».


Martín Chirino, de escultor a escultor
«Desde el punto de vista artístico, el proyecto me parece muy bello y, desde luego, una de las propuestas más originales e innovadoras de que haya tenido noticia», señala el escultor canario Martín Chirino, uno de los grandes referentes de la generación de Chillida. «Nuestro entorno privilegiado, de resonancias ancestrales y telúricas, se presta al diálogo y la intervención cuidadosa con el paisaje, como hiciera César Manrique, que convirtió Lanzarote en su propio taller y cantera», argumenta. Otra cosa muy distinta es la funcionalidad del proyecto: «Ignoro si el impacto medioambiental es tan brutal como dicen algunos ecologistas o tan inocuo como sostienen los gestores políticos. Cada cual debe hablar de lo que conoce y, en ese sentido, con Tindaya se está perdiendo una oportunidad de hacer pedagogía social y cultural», concluye el escultor.