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Encerrados por amor al arte
Atrapados en medio de una gran epidemia, los protagonistas del drama argentino «El cordero de ojos azules» buscan la belleza y la verdadPARA NO PERDERSE Teatro: Teatro Fernán Gómez. (Pza. de Colón, 4).Cuándo: hasta el 5 de febrero. De martes a sábado, 20:00 h. Domingos, 19:00 h.Precio: 18 euros (martes, 15 euros).
MADRID- La epidemia de «peste» de 1871 en Buenos Aires en la que se sitúa «El cordero de ojos azules» es histórica. En realidad fue fiebre amarilla, y millares de bonaerenses sucumbieron. En aquel panorama de devastación y terror, y a partir de otros hechos y personajes reales, el dramaturgo argentino Gonzalo de María encierra en la catedral a dos personajes: una de las amantes del canónigo, conocida como la «canonesa», y un artista homosexual. Ambos huyen de la enfermedad. Él tiene además el encargo de pintar una Santa Lucía. Un punto de partida con el que De María habla de la entrega al arte, de la vida y la muerte y de la barbarie y la civilización. «La obra trata temas universales y grandes como son la belleza y el compromiso del artista con su verdadera devoción, que es el arte, en contraste con la fealdad», explica el autor, quien aclara que es además «una obra de género que cruza el melodrama con el thriller». En la compleja relación que se teje entre la mulata –la «canonesa» es nieta de esclava, una de las últimas de Argentina, otro de los temas de la obra– y el artista, habrá un tercer vértice: un joven que irrumpirá en su encierro y servirá de espita para precipitar los acontecimientos. «Esta tercera figura tiene algo de mártir, algo de loco y algo de asesino», cuenta el autor del personaje que interpreta Guillermo Berthold.
Y es que, aclara Leonor Manso, «la peste que hay fuera y que los obliga a estar encerrados también desata la peste entre ellos». Veterana de la escena bonaerense, Manso da vida a «un personaje que me parece que representa a mucha gente hoy», explica la actriz sobre las dificultades de la «canonesa» para hacerse un hueco en una sociedad que la rechaza por su piel y sus orígenes.
Junto a ella, Carlos Belloso se convierte en el atormentado artista, y cuenta de él que «está en continuo antagonismo con la ‘‘canonesa'': son discursos encontrados». Un personaje, asegura, «torturado y sensible: su condición de homosexual lo hace objeto de discriminación por la ‘‘canonesa'', quien a su vez es ella misma discriminada». Con todo, asegura el actor, «la obra tiene mucho humor, a veces muy negro».
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