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Lo que no prevén las previsiones
Sería necio negar que las previsiones del FMI no son un trago amargo para el Gobierno en la que medida en que ponen en duda sus cuentas. Tampoco cabe consolarse en que el mal sea general, pues lo cierto es que ayer los mercados encajaron a disgusto la noticia. Sin embargo, no conviene perder ni la perspectiva de las proyecciones económicas ni las limitaciones que presenta la metodología del informe. Como señaló el ministro Guindos, las predicciones del FMI «no están escritas en bronce». Entre otras razones porque el organismo internacional no puede evaluar el impacto de políticas que o bien desconoce o bien todavía no se han aplicado. En el caso español, parece congruente que si la zona euro sufre los rigores del estancamiento económico sea España la que refleje un mayor impacto. Ahora bien, la acción política y de gobierno consiste, precisamente, en cambiar el curso de las tendencias negativas y poner los medios para minimizar su impacto. Así, por ejemplo, el FMI no ha evaluado, porque ni tiene datos ni información posible, el impacto que puede tener la recapitalización de la banca en la restauración del crédito. Una de las rémoras que retardan la reactivación económica es la falta de oxígeno crediticio hacia las pequeñas y medianas empresas, asfixia que puede terminarse con un sistema financiero restablecido de sus intoxicaciones. Lo mismo cabe decir sobre los efectos benéficos que traerán consigo la puesta en marcha del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) o la compra de deuda soberana por parte del BCE en el mercado secundario «sin límite de tiempo ni de cuantía». Se trata de dos herramientas muy poderosas que deben rebajar la prima de riesgo española y situarla mucho más cerca del bono alemán. Finalmente, el FMI tampoco ha podido evaluar el impacto positivo que tendría un hipotético crédito preventivo del BCE a España. La suma de todos estos factores, junto al exhaustivo plan de reformas puesto en marcha por el Gobierno, conforma un argumento sólido que aporta credibilidad y realismo a los Presupuestos de 2013 y a sus previsiones de déficit y de crecimiento. ¿Que puede haber desviaciones o que algunos objetivos no se alcancen? Es posible. Nada hay menos exacto que una proyección económica, pero no se le podrá negar al Gobierno su voluntad de llegar a las metas que se ha propuesto, aún a costa de sufrir un desgaste político muy sensible. El equipo de Rajoy dispone de tres años por delante para operar al enfermo del corazón, curarle de la cirugía y devolverlo robustecido a la vida normal. Habrá momentos críticos, incluso dramáticos, y la recuperación será larga. Pero no hay otro camino, por más que la oposición se empeñe en proclamar que la mejor manera de tratar el colesterol es aumentar la dieta rica en grasas, es decir, en gasto público.
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