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Hermana musulmana

La fiebre islamista que vive Egipto ha llevado a que algunas estrellas del espectáculo nada ortodoxas se consideren salafistas «de toda la vida» 

Hermana musulmana
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Esta semana, la famosa y veterana actriz Ghada Abdel Razik sorprendía a sus fans declarando que en las pasadas elecciones parlamentarias, celebradas entre noviembre del año pasado y febrero de este año, había votado al partido de los Hermanos Musulmanes.

El histórico grupo islamista nacido en los años 30 en Egipto ha ido moderando su postura a lo largo de las décadas y rechaza ahora tanto la lucha armada como la interpretación más estricta de los preceptos coránicos, pero no defiende los derechos de la mujer, ni mucho menos de las artistas como Ghada Abdel Razik.

Considerada demasiado descocada en estas latitudes y que ha interpretado papeles poco píos (en su última película encarna a una prostituta), Ghada desvela ahora que siempre ha respaldado a la Hermandad, pero que tenía miedo a decirlo públicamente porque el grupo era ilegal hasta hace un año.

A pesar de haber permanecido en la clandestinidad, la organización estaba muy organizada y presente en la sociedad, y era relativamente tolerada por las autoridades egipcias, que incluso permitieron que se hicieran con un quinto de los escaños del Parlamento en 2005.

No era algo prohibido ni fuera de lo común que los egipcios demostraran abiertamente su simpatía por los Hermanos Musulmanes, aunque quizás sí lo sea el estilo de vida de la artista, que no coincide con los valores predicados por el grupo, el cual goza de gran apoyo entre las clases bajas y medias, que son también las más conservadoras. Ghada, de más de 40 años, contrajo matrimonio por segunda vez este mes de marzo, no tiene hijos y, por supuesto, no lleva el velo islámico cubriendo su cabello.

La actriz parece obviar estos detalles, así como el hecho de que estuvo hasta el último momento de parte del ex presidente Mubarak, derrocado en febrero de 2011 tras la revolución egipcia y que durante sus 30 años en el poder encarceló, torturó y persiguió a los Hermanos Musulmanes. Abdel Razik no ha sido la única en cambiar de bando, subiéndose al carro de la fuerza política que está emergiendo como la más poderosa del Egipto postrevolucionario.

Otra conocida artista, Sumaya al Jashab, también ha alabado a los islamistas recientemente, levantando un gran revuelo entre sus fans y no tan fans al declarar que quiere casarse con un hombre salafista o de los Hermanos Musulmanes.

Esta «soltera de oro» despampanante, de casi 40 años, actriz, modelo, cantante y estrella en general no se asocia en absoluto a los valores conservadores ni de la Hermandad ni de los salafistas, corriente radical del islam. Sumaya incluso dijo desear optar a la presidencia de Egipto, cargo que según los islamistas no puede ocupar una mujer, ni tampoco un cristiano.

Las dos actrices protagonizaron juntas unas escenas subidas de tono en la película egipcia «Hena Maysara» (2008) y el pasado verano actuaron en dos telenovelas de ramadán consideradas «impropias» del mes sagrado de los musulmanes y cuyo boicot pidieron miles de personas a través de Facebook por su «impureza».

Durante el ramadán es tradición pasar la noche en familia delante de la TV después de la copiosa comida con la que se rompe el día de ayuno y hay series televisivas que se producen expresamente para esas fechas.

Pero la doble moral no es cosa sólo de artistas, sino que alcanza a los propios islamistas, que han llegado al poder presentándose como políticos bendecidos por Alá y libres de pecado. Muchos han votado por ellos porque los consideran honestos por sus valores morales y, sobre todo, «limpios» de la corrupción que caracterizaba al régimen de Mubarak.
Por una nariz mejor

Esta semana, más mitos han caído además de los de Ghada y Sumaya: un diputado del partido salafista Al Nur, que ocupa casi el 25% de los escaños de la Cámara Baja, ha sido expulsado de la formación política por mentiroso y soberbio.

Anwar al Balkimy se operó la nariz aguileña, lo cual ya es considerado «haram» (prohibido), según la interpretación más estricta del islam, ya que un ser humano no puede modificar el aspecto que Dios le ha dado.

Pero, además, el diputado mintió sobre su operación estética y dijo que las heridas de su cara se debían a un asalto sufrido cuando viajaba en coche, durante el cual le golpearon y robaron más de 10.000 euros, en el marco de una serie de ataques que han tenido lugar contra los recién elegidos parlamentarios.

Fue la clínica donde Al Balkimy se retocó la nariz la que acabó destapando su mentira, considerada todavía más grave que el hecho en sí.