El «aquelarre» etarra
«Mi dolor no acabará nunca porque mi hija está en un nicho»
MADRID- Eran las ocho y media de la tarde del 4 de agosto de 2002 cuando las paredes y los muebles de la habitación de Silvia Martínez volaron por los aires sepultando sus juegos de niña. El coche bomba que ETA colocó en la casa cuartel de Santa Pola y que también acabó con la vida de Cecilio Gallego, al que sorprendió la onda expansiva mientras esperaba el autobús, no supo de «sufrimiento». Oscar Celarain y Andoni Otegi, los dos etarras imputados como autores del aquel atentado y también causantes del asesinato del concejal de UPN en Leitza, José Javier Múgica, pedían ayer en la Audiencia Nacional que se «pongan facilidades» para superar el «conflicto político» y «terminar con el sufrimiento».
–¿Qué ha sentido cuando los etarras que asesinaron a su hija piden ahora «terminar con el sufrimiento para superar el «conflicto»?
–Siento impotencia y desesperación desde que la asesinaron. Mi sufrimiento ya no se va a terminar nunca. ¿De qué conflicto hablan? Mi hija no tenía ningún conflicto, estaba jugando en su habitación. Espero por el bien de ellos y el mío que el día que los juzguen, que iré al juicio, estén en la pecera. Sólo deseo que se pudran en la cárcel y su sufrimiento se multiplique, ¡si es que sufren! Porque Silvia está desde hace ocho años en un nicho.
–¿Se cree los comunicados de la banda terrorista?
–No me creo nada. Espero que Zapatero, que es padre, no negocie con los asesinos de los hijos de otros españoles.
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