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OPINIÓN: Anuncio de la cuaresma
Los carnavales se hacen presente, como queriendo retomar tradiciones quizás perdidas o sumándose –quién sabe si por primera vez– a esta fiesta. Pero, bajo la alargada sombra de la Giralda, se presiente ya una nueva cuaresma. Pasado mañana es, de nuevo, Miércoles de Ceniza, fecha clave en el almanaque hispalense. Una cita que sirve de preparación para la llegada de la Semana Santa. Los fríos van pasando sobre este invierno seco, ayuno de lluvias. Los naranjos de las calles sevillanas están prestos de nuevo para el clásico ritual de la recolección de sus frutos, para así enviarlos hasta tierras británicas. No tardará mucho en que brote el azahar, precedido del chisporroteo de la flor, entre el silencio de las plazas encaladas. De nuevo el cartel de «Capirotes» nos sorprende en el mismo lugar de siempre. El magnífico cartel de Dubé de Luque es como el resplandor del primer cirio, luz del primer tramo de la cofradía. Todo volverá a renacer con nuevas sensaciones. La cruz de guía de la cuaresma está limpia y reluciente, lista en el altar de insignias, para recorrer cuarenta días que nos lleven a nuestra semana mayor. Tras ella, una procesión de actos se sucederá en este tiempo. Las «igualás», los ensayos de costaleros, traslados y «mudás» de paso; los certámenes y conciertos de bandas de cornetas y tambores; las funciones principales, triduos, quinarios y septenarios; los besamanos y besapiés; los carteles, las tertulias, los pregones; las convivencias, las charlas, la cerveza tras sacar la papeleta de sitio en la hermandad. Todo está dispuesto nuevamente. Tras la imposición de la ceniza, como en el inicio de una estación de penitencia, Sevilla recorrerá su itinerario hacia la pasión, muerte y resurrección de Cristo, por eternos caminos que siempre nos llevan hacia el Gran Poder.
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