Bruselas
Tos europea gripe española
La voz de alarma dada ayer por sorpresa por Hungría, anunciando que se halla en una situación financiera muy crítica porque su Gobierno anterior, socialista, había ocultado la realidad y manipulado los datos, ha contagiado a los mercados europeos, que han registrado severas caídas, en especial las entidades financieras. España no ha sido una excepción y, al cierre de la Bolsa, el Ibex 35 había retrocedido el 3,8%. Aunque por su tamaño y su carácter periférico a la eurozona la economía húngara no suponga una amenaza grave para la estabilidad de la moneda única, lo cierto es que su hundimiento ha resfriado los mercados y, últimamente, ya se sabe que si Bruselas tose, España contrae la gripe; para ser exactos, la gripe española, cuya sola mención produce escalofríos en las cancillerías europeas. Los riesgos para España, por tanto, no proceden del país centroeuropeo, que ya hubo de ser rescatado en 2008 por el FMI, el BM y la UE con unos 20.000 millones de euros, sino de la dosis extra de incertidumbre e inseguridad que inyecta en el sistema financiero. Si las máximas autoridades monetarias son incapaces de detectar los engaños de un pequeño país que engulle miles de millones de ayuda, el mensaje que llega a los mercados no es precisamente el más conveniente en época de crisis. Y España sufre, de manera especial, las consecuencias de esa agudización de la desconfianza. De ahí que el diferencial de nuestra deuda con el bono alemán alcanzara ayer otro máximo histórico al rozar los 200 puntos básicos. Conviene tener presente que España necesita refinanciar cerca de 30.000 millones de euros en un plazo de mes y medio, razón más que sobrada para que el Gobierno se tome muy en serio la tarea de tranquilizar a los mercados e infundirles confianza en nuestra economía. Ni qué decir tiene que los inversores internacionales son insensibles a la retórica política y que sólo reaccionan a los datos concretos, como el recorte del déficit público con pelos y señales, la reforma del sistema financiero en la línea consensuada con el PP y, por último, la reforma laboral pendiente. Como puede comprobarse, aunque el presidente Zapatero anunciara anteayer que, pase lo que pase con el diálogo social, habrá decreto el próximo día 16, los mercados no parecen dispuestos a darle crédito por anticipado. Durante las últimas semanas, el Gobierno ha hecho grandes esfuerzos para neutralizar las suspicacias de los inversores y calmar los conatos de pánico. Tanto el tijeretazo social como el pacto con la oposición para fortalecer el entramado bancario y reordenar las cajas de ahorro le han permitido ganar tiempo, pero nada más. Los mercados aguardan espectantes la flexibilización del mercado de trabajo, que recibirían como la señal inequívoca de una apuesta por la competitividad y la reactivación económica. Como le comentó el presidente del Deutsche Bank, Josef Ackermann, a Zapatero el pasado miércoles en La Moncloa, los mercados no siempre actúan conforme a patrones financieros, sino que a veces se mueven por la confianza, la credibilidad y el rigor de los gobernantes que deben tomar decisiones de futuro.
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