El Cairo
Tahrir espera a su «faraón»
Miles de egipcios toman la plaza ante las dudas sobre quién será el presidente. La tensión entre la Junta Militar y los Hermanos Musulmanes aumenta
EL CAIRO- El pulso entre los militares y los islamistas prosigue en Egipto, y el enfrentamiento fue ayer más directo que nunca, aunque por ahora sólo a golpe de declaraciones. La Junta Militar, que ha tutelado la transición a la democracia en los pasados quince meses, emitió un comunicado para responder a las críticas recibidas a lo largo de la semana, tanto dentro como fuera de Egipto, y para defender sus polémicas decisiones, consideradas un «golpe de estado suave». Según los generales, la declaración constitucional aprobada el domingo pasado, en la que la Junta asume muchos más poderes de los que tenía hasta el momento y limita los del futuro presidente, es «necesaria» en las actuales circunstancias. La medida fue adoptada coincidiendo con la segunda ronda de las elecciones presidenciales y pocos días después de que el Tribunal Constitucional disolviera el Parlamento egipcio, el único órgano democrático existente. Los militares defendían ayer también está decisión judicial, que es vista como parte del «golpe», dirigido sobre todo contra los islamistas. «Rechazar las decisiones judiciales o evitar su aplicación es un delito castigado por la Ley», advertían en el comunicado, reafirmando la autoridad de la Junta en un momento en el que está más en cuestión que nunca. Los militares dejaban claro que ellos son los que mandan y los que establecen las reglas del juego, y quien no las respete se enfrentará a las consecuencias. En el mensaje, muchas amenazas veladas, especialmente a los Hermanos Musulmanes, que han lanzado una gran ofensiva contra la Junta esta semana, después de que el Parlamento fuera disuelto y después de sentirse fuertes con el respaldo de unos 13 millones de votos en las urnas. El grupo convocó ayer grandes manifestaciones en el viernes denominado de la «legitimidad», reivindicando tanto la del Parlamento como la de su candidato a faraón, Mohamed Mursi.
La plaza Tahrir y otras plazas de Egipto se volvieron a llenar al grito de «abajo la Junta Militar» y «Mursi presidente», y a pesar del extenuante calor; pero es evidente que ya la verdadera batalla no se lucha en la calle sino en el ámbito político y que la presión popular poco puede conseguir ya. Los militares dejaban entender en su comunicado que no van a ceder a las demandas de los manifestantes, liderados por los islamistas, apoyados por algunos grupos revolucionarios e izquierdistas, y que podrían responder con la fuerza ante «cualquier intento de dañar los intereses públicos o privados».
Por su parte, los Hermanos Musulmanes no parecen dispuestos a retirarse de las calles, que es la única arma de la que disponen, al menos hasta asegurarse de que el palacio presidencial sea suyo. El retraso en el anuncio de los resultados oficiales de la segunda vuelta y los rumores sobre la posibilidad de que el candidato «mubarakista» Ahmed Shafiq sea declarado finalmente ganador por la Comisión Electoral hacen que la Hermandad esté en pie de guerra y al mismo tiempo haya buscado el respaldo de otras fuerzas políticas al sentirse amenazada. «La Hermandad busca tener apoyos ante la posibilidad de que Shafiq gane, aunque si Mursi es finalmente el ganador traicionará a sus socios, como suelen hacer los Hermanos», explica a LA RAZÓN Mustafa Jalil, experto en el grupo islamista.
Mursi anunció ayer una coalición con fuerzas y figuras revolucionarias e independientes, que habrían aceptado apoyar al candidato en contra de Shafiq y a cambio de concesiones, aunque no queda claro quién configura exactamente esta alianza, ni cómo y si funcionará. «Los Hermanos Musulmanes no están listos para hacer concesiones, y no han ofrecido garantías concretas para negociar», dice Jalil. Mursi se comprometió ayer a nombrar un vicepresidente cristiano o una mujer, o un joven, y un gobierno que represente a todas las fuerzas políticas, no exclusivamente islamista.
«No sé si está siendo sincero, pero tenemos que apoyarlo en contra de Shafiq», dice Ahmed, un joven revolucionario que votó por Mursi para evitar que el ex hombre de Mubarak regrese al poder, aunque muchos de sus compañeros no comparten esta postura y rechazan a Mursi como presidente. Mursi advertía ayer respecto a un posible cambio en los resultados y exigía a la Comisión Electoral que haga públicos los datos lo antes posible «por el bienestar y la estabilidad de Egipto». «Si Mursi gana y no nos da lo que prometió, pues se lo exigiremos», asegura Ahmed que quiso manifestarse ayer para mostrar a la Junta el músculo del pueblo.
Un intenso fin de semana
Tras una semana de dudas y cambios, los egipcios se preparan para vivir 48 horas de infarto. Está previsto que en este plazo de tiempo se hagan públicos los resultados definitivos de las presidenciales, que debieron conocerse el jueves. La desconfianza sobre la limpieza del proceso electoral ha ido creciendo en El Cairo al mismo ritmo que los temores de un «golpe de Estado blando» de los militares.
✕
Accede a tu cuenta para comentar