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Tocata y fuga
Da gusto vivir en libertad para poder fugarse sin delinquir. Sí, fugarse de la ciudad cuando va a ser invadida por fanáticos futboleros es una suerte que disfrutamos quienes carecemos de afición por ese deporte que crea conflictos, filias y fobias, rupturas de parejas, brechas en amistades… No, quiero hacer un cántico que denoste el llamado deporte rey, simplemente expreso mi absoluto desinterés. La final de «Champions» puso a Madrid en una situación imposible y, en estos casos, lo mejor es echar unas mudas al atillo y salir huyendo, con destino impreciso, el sol apuntando siempre al corazón, como los vagabundos, y el alma henchida de ganas de ver cielos nuevos. Dicen que la luz que nos alumbra se enciende cada día para todos los que poblamos la Tierra, pero algunos saben apreciarla en mayor medida que otros. Si de repente no amaneciese todos nos íbamos a extrañar y lo echaríamos en falta, como cuando no sale agua de un grifo. Por eso, cada mañana, cuando se produce el milagro, lo agradecemos con una sonrisa. En el cielo de otras latitudes a veces la luz es más intensa, por eso, quienes son de culo inquieto, exploran por aquí y por allá por encontrar la iluminación más intensa. Es bueno escaparse, las portadas de los periódicos nos dan motivos más que suficientes para, por lo menos, buscar un aislamiento de las malas noticias, aunque sólo sea por el fin de semana. Y los invasores que ocupan la ciudad para inundarla de fútbol nos abocan a una inevitable fuga, para volver el lunes a la normalidad. Y también a las malas noticias.
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