Ley electoral
Falsas equidistancias
Será la primera vez que todo el entramado etarra y su entorno quedará –¡por fin!– fuera de las instituciones.
El Tribunal Supremo ha decidido, finalmente, que Bildu no esté presente en las elecciones del 22 de mayo. Unas elecciones que, entre otras cosas, –y eso no hay que olvidarlo nunca–, es un jugoso grifo de financiación para todas estas franquicias batasunas que tienen claro que el objetivo de estar presentes en unas instituciones democráticas, en las que no creen para nada, es utilizarlas y exprimirlas al máximo económicamente; convirtiéndose así en la fuente clave para sacar adelante las iniciativas de todo el entramado terrorista que se montan alrededor de las siglas fabricadas expresamente para ello.
De todas formas, no hay que cantar victoria, la puerta no está definitivamente cerrada. Y es que, previsiblemente, el Tribunal Constitucional tendrá que pronunciarse al respecto antes del 5 de mayo. De esa decisión dependen muchas cosas. Estamos ante un momento histórico de la democracia, si el Constitucional no cae en la trampa de la falsa connivencia con los terroristas como clave para hacerles cambiar, será la primera vez en la reciente democracia española que todo el entramado etarra y su entorno quedará –¡por fin!– fuera de las instituciones. Han sido muchos años de falacias, de engaños, de medias mentiras y de mentiras enteras. Han sido décadas de mirar hacia otra parte y de excusas laberínticas que sólo han servido para que los demócratas nos hiciéramos trampas falseadas.
Ahora, como el acné juvenil, parece que comienza a curarse de forma paulatina. Y que algunos complejos inexplicables y acobardados de la democracia española, que han permitido a los etarras y a sus tramas políticas, económicas y sociales que camparan por sus fueros, se puedan quedar definitivamente fuera, y así los ciudadanos que por encima de todo sólo quieren vivir en paz, en libertad y en democracia puedan hacerlo de verdad.
Bildu, y por lo tanto ETA, por primera vez se puede quedar fuera de donde nunca tuvieron que estar: las instituciones democráticas. El trayecto recorrido hasta este punto ha sido complejo y tortuoso. Ahora que estamos más cerca que nunca, no es el momento de miedos timoratos. El Tribunal Constitucional tiene la palabra. Su decisión será definitiva. Vestirse de un equilibrio engañoso y rudimentario puede hacer mucho daño a la democracia. Y es que el Constitucional debería convertirse en un dique de contención para salvar y para defender a la democracia de los peligros y de los errores. El Constitucional no puede fallar. No es una cuestión de equidistancias inexistentes. Es un asunto de mucho mayor alcance. Aquí nos la jugamos absolutamente todos.
El Gobierno insiste, una y otra vez, en que el terrorismo etarra está en las últimas. Desde luego, hay que felicitarse por ello. Pero tampoco hay que engañarse. La puntilla será que no puedan seguir en las instituciones. Ese es el primer paso para el verdadero final. Luego ya, la democracia se encargará de ser todo lo magnánima que sea necesario; pero la premisa esta clara y es obligada. El Constitucional lo tiene en sus manos.
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