Europa

Historia

Un comunista de muchísimo cuidado por Carlos Robles Piquer

Carrillo y Fraga, que presentó al líder comunista en una conferencia en el Club Siglo XXI
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Santiago Carrillo fue un comunista español muy distinguido por los cometidos que desempeñó en el seno de su partido antes, durante y después de nuestra Guerra Civil. Quienes, por nuestra edad, la padecimos y la recordamos no podemos desligar de ella el recuerdo de su persona, y para la mayoría de estos españoles es difícil que ése sea un buen recuerdo… Ello no impide que, cuando tan longevo personaje de nuestra historia contemporánea rinde ya cuentas ante el Altísimo, tratemos de relatar algún episodio de su vida y obra con la máxima serenidad posible. Para ello, lo mejor es concentrarse en algunos de aquellos años que vivió de nuevo en España cuando, establecida ya la Monarquía, tomó él la arriesgada y valiente decisión de volver aquí y de quedarse entre nosotros. Era lógico que lo hiciera si no quería seguir fuera de una realidad que reconocía ya las diversas opciones políticas ofrecidas a los españoles, entre las que el comunismo tenía que figurar, como lo hacía en el resto de la Europa occidental y democrática. Cuando acaba de dejar este mundo, es justo recordar que él y el partido que dirigió han respetado, en general, las reglas de conducta de una democracia, aunque no falten algunos que las violan desde grupos que se sitúan a su izquierda.

Hubo un hombre de Estado que lo entendió desde el primer momento en aquella España en la que éste era un tema que suscitaba naturales y fuertes recelos. Me refiero a Manuel Fraga, sobre quien cayó entonces la mayor responsabilidad en este asunto como vicepresidente para asuntos políticos en el primer Gobierno de la Monarquía, presidido por Carlos Arias. Fraga se dio cuenta, anticipadamente, de algo que un inteligente ministro de la Democracia Cristiana italiana me diría un año más tarde cuando desempeñé la Embajada de España en aquella nación hermana: había que legalizar a los comunistas «porque era el modo más seguro de contarlos…».

No es menos cierto que Carrillo supo enseguida que estaba obligado a tomar una decisión previa que no fue seguramente fácil ni para él ni para los suyos: debía el PCE reconocer expresamente a la Corona y a su titular, el Rey Don Juan Carlos y su dinastía, así como la validez de la democracia sucesora del franquismo y sus símbolos, en especial el himno y la bandera bicolor. Con la disciplina que es habitual en ellos, creo que los comunistas españoles han seguido respetando ese compromiso.

Después de sustituido aquel breve Gobierno, alguna clase de contacto discreto se mantuvo, según creo, entre las dos figuras de nuestro liderazgo a las que acabo de citar. Lo hubo, sin duda, en una ocasión que recordarán bien no pocos amigos en ella presentes: fue la conferencia dada en el Club Siglo XXI por Santiago Carrillo, que fue presentado por uno de los socios fundadores de éste, llamado Manuel Fraga. Pero Carrillo, a quien su presentador definió como «un comunista de muchísimo cuidado», sabía bien dónde estaba y actuó con exquisita prudencia, aunque ello no impidiera algunas bajas entre los socios fundadores o más veteranos.
Descanse en paz quien seguramente no la disfrutó mucho en vida… ni siempre permitió a otros ese disfrute.