Educación
Menos voces más codos por Alfonso Merlos
A menudo se pierde la fuerza por la boca. Es lo que les está pasando a unos cabecillas sindicales que, matriculados de algunos estudios, se arrogan falsariamente la representación de los auténticos intereses de la denominada, de forma tan impostada como arcaica, «escuela pública». Asistimos a una coreografía de gritos inaudibles, soflamas sectarias y monsergas apocalípticas que conduce a un callejón sin salida o, lo que es peor, a la teatralización del esperpento más vacuo.
Lo peor de quienes intentan enardecer a las masas y pastorearlas como a un rebaño anti-reformista es que no han entendido que un sistema educativo moderno sólo puede crecer bajo las semillas de la libertad. También de la libertad de opinión, que es la que ejercen medios de comunicación como LA RAZÓN cuando ponen de manifiesto que los cabezas de las huestes sindicalistas en nuestras aulas no predican con el ejemplo; que no han interiorizado ni desarrollado los conceptos del esfuerzo y la excelencia porque sencillamente no han dado un palo al agua, o porque se han alejado deliberadamente del aprendizaje de las ciencias y las letras para entregarse a las lecturas marxistas favoritas de Chávez y Morales. Y eso es, ni más ni menos, lo que delatan sus expedientes y sus trayectorias en el campo de la propaganda.
No nos confundamos. Al retratar a quienes ayer volvieron a mostrar su perfil de agitadores profesionales no hay voluntad alguna de dañar ninguna reputación, ningún honor, ninguna fama; tampoco de hacer falsas imputaciones a los del «queremos becas y no hipotecas» (¡qué simplezas!). El derecho a la libre opinión es uno de los pilares macizos de una democracia que, si quiere tener futuro, deberá tener a líderes estudiantiles menos torpes y más empollones, menos vocingleros y más aplicados en lo que les toca: no megáfonos ni pancartas sino pizarras y libros.
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