Educación

Fuera las máscaras por Agustín de Grado

La Razón
La RazónLa Razón

Si algo irrita a la izquierda es que alguien se atreva a cuestionar el consenso social construido con los criterios de su supuesta superioridad moral. Y puede medirse cuándo una denuncia le hace verdaderamente daño por la irritada reacción que genera. Desata entonces sus pulsiones totalitarias, esas que laten escondidas bajo la piel de cordero mientras nadie ose desafiar su hegemonía cultural. Cuando su mentira queda al descubierto, no tiene otros argumentos para apuntalarla que el acoso violento y el libelo impune. De todo ha sido víctima LA RAZÓN por informar a sus lectores del perfil académico y político de los cabecillas de la revuelta estudiantil que se está gestando bajo el pretexto de los ajustes económicos. Exigir una nota del 5,5 para acceder a una beca universitaria no vulnera el derecho básico a la educación. Establecer un incremento de las tasas proporcional a los cursos que se vayan repitiendo no cercena ningún servicio público. Que se tengan que aprobar todas las asignaturas para obtener el título de la ESO es de sentido común.
No peligran derechos: se atajan privilegios. Así que bendita sea la necesidad de ajustar los recursos públicos en esta época de escasez si sirve para sanear un campo que la izquierda considera coto privado. Hace treinta años el socialismo inoculó el veneno del igualitarismo en el sistema con el objetivo no ya de enseñar, sino de «diluir las diferencias en una ignorancia compartida» (Javier Orrico, «La enseñanza destruida»). Se extirpó cualquier brote de sentido de la responsabilidad entre los jóvenes para convertirlos en analfabetos funcionales de un rebaño infantilizado y acrítico, listo para engordar ese consenso buenista que la izquierda maneja con tanta habilidad.