Ciencia y Tecnología

Nada artificial

Los prescriptores son realmente útiles para las marcas cuando son bien elegidos: pueden aportar notoriedad, transmitir confianza, seguridad, familiaridad, exclusividad…Desde los comienzos de la publicidad se han empleado todo tipo de famosos que aseguran estar encantados por usar un producto, desde la familia real británica al último famosillo salido de un «reality show».

La Razón
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Como regla general, se recomienda que la relación entre el famoso y la marca sea creíble y aporte valores positivos. Pero ¿qué ocurre si llaman a la puerta de tu casa y aparece Eduardo Punset recomendándote que comas pan Bimbo? ¿Tan mal le van las cosas a la ciencia que el señor Punset tiene que dedicarse a vender pan de molde para conseguir fondos para su fundación? Y está bien que saque unos euros de la publicidad, infinitamente mejor que tantos famosetes sin oficio ni beneficio, pero queda todo tan surrealista que no se entiende. Aún más, teniendo en cuenta que según Nielsen el 84% de las compras del hogar las siguen realizando las amas de casa, ¿sabrán quién es ese señor tan sonriente que les quiere vender el pan Bimbo a las que «comen sin pan»?

Se entiende que Punset haya aceptado el anuncio por un buen cheque, pero resulta inexplicable que una marca tan «de toda la vida» apueste por una comunicación tan extraña. Por poner otro ejemplo actual, el Banco de Sabadell utiliza en sus anuncios a famosos tan heterogéneos como Pep Guardiola, Fernando Trueba, Luis Rojas Marcos, Estrella Morente, Inocencio Arias o Loquillo, pero su participación se enmarca en unas conversaciones sobre el futuro que pueden tener cierta conexión con la marca. Evidentemente, sería muy distinto si apareciese Loquillo con Arias llamando a la puerta de una casa para venderles una cuenta o una hipoteca del Sabadell.
Toda la credibilidad, sabiduría y naturalidad que suele transmitir Eduardo Punset se cae en la campaña del pan de molde. Puedes pensar cualquier cosa, salvo lo que asegura el titular del anuncio: «Todo natural, nada artificial». Sólo se salva su casi permanente sonrisa, aunque en este caso más bien parece que se está riendo de la propia situación. Y es que posiblemente se haya visto en pocas circunstancias más artificiales.