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Puerto Mogán la pequeña Venecia
Al sur de Gran Canaria nos topamos con un paraíso de sosiego. Nacido de un pueblo de pescadores, Puerto Mogán es el destino ideal para contemplar un atardecer único
Al suroeste de la isla de Gran Canaria nos topamos con un regalo, en forma de destino, de lo más especial. Se trata de Puerto Mogán, un pequeño rincón que, a pesar de los muchos forasteros que plagan cada calle y cada esquina en cualquier época del año, emana calma, y encanto, mucho encanto. Puerto Mogán es en sí misma un refugio de serenidad dentro de la isla, un paraíso en el que el bullicio del turista hace un paréntesis.
Desde el municipio de Mogán, de apenas 500 habitantes, se extiende un delicado valle que, buscando su salida al océano Atlántico, se convierte en una coqueta y acicalada playa. Desde aquí salían los pescadores de la localidad cada día, aquí amarraban sus barquitas y también aquí, en pequeñas casitas de un blanco impoluto, dejaban cada amanecer a sus familias. Ahora, en este puerto conviven las lanchas de los pescadores y los yates deportivos de algunos viajeros. Es el vivo reflejo de la realidad: la dureza de las faenas en el mar, frente al placer de navegar para sentirse libres.
Surcar el Atlántico
No son tantos los pescadores que salen hoy a batirse con el Atlántico desde Puerto Mogán. Y contados los que permanecen aún en estas viviendas que cualquiera diría que están sacadas de una postal o de los dibujos de un cuento infantil. Pero el puerto, a cambio, ofrece su refugio a cientos de embarcaciones de recreo que esperan a otro tipo de navegantes, a los viajeros que allí llegan huyendo de la vida urbana para encontrarse con el mar. Si tienen tiempo, merece la pena dedicar una jornada a surcar el Atlántico. La experiencia resulta inolvidable.
Alrededor de este pequeño puerto ha crecido un acogedor pueblecito que no ha perdido ni un ápice del encanto de lo que fue. Sus calles, de una impecable limpieza, invitan a dar un tranquilo paseo sin más que hacer que admirar los mil y un colores de las millones de bungavillas que trepan por sus paredes, formando arcos cuyas intensas flores parecen dar la bienvenida al viajero.
Los edificios, de tan sólo dos alturas, reflejan la luz del sol en sus blanquísimas paredes. Un color, el blanco, que parece dominarlo todo, pero que se ve interrumpido por los vivos tonos que decoran puertas y ventanas: azul, verde, amarillo... Estas viviendas, hoy en su mayoría, sirven de hogar de alquiler al turista que llega hasta este rincón de la isla en busca de reposo y aire puro. Y no es de extrañar, pues desde cualquiera de ellas la vista acaba mirando al mar. Bien sea en el puerto en el que los barcos parecen mecerse, bien en la coqueta playa de arena fina y blanca pintada de colores por las tumbonas y sombrillas.
Entre canales
Un paseo por Puerto Mogán nos lleva, irremediablemente, hasta la playa o hasta el rompeolas pero, antes o después, seguro que el camino le conducirá a cruzar alguno de los puentecillos que permiten salvar los canales que recorren esta localidad, conocida por ello como «la pequeña Venecia». Mientras, aquí y allá el viajero se tropieza con pequeños cafés, tiendecitas con artesanía típica o agradables restaurantes que le brindan la oportunidad de catar una gastronomía rica y diferente, basada en las excelencias de los productos canarios.
Pero el bullicio y el ajetreo propio de la vida comercial deja paso, a medianoche, a un silencio y una tranquilidad que no tiene precio. Porque éste es un destino que parece hecho para el descanso, ideal para todos los miembros de la familia. La algarabía que inunda calles y terrazas mientras el sol luce y las cálidas temperaturas canarias invitan a disfrutar del tiempo al aire libre, termina cuando los últimos clientes finalizan su cena y, quizá, esa copa que se disfruta como ninguna otra contemplando y escuchando el sonido del mar.
Pero no hay que olvidar que esta localidad pertenece al municipio de Mogán, un área de una gran riqueza natural, por lo que aquí hay muchas más opciones que tumbarse a la bartola en la toalla a dejarse broncear por el sol. El 38 por ciento de su territorio se encuentra dentro de algún espacio protegido y sus valles y barrancos invitan a los viajeros más activos a descubrir parajes subtropicales por medio de interesantes rutas de senderismo y bicicleta. ¿Qué mejor modo de escapar del frío?
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