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Un gran secreto por Francisco Nieva
Hace mucho tiempo que conozco y admiro a Rafael Sañudo; para mí, un excelente dibujante publicitario y un erudito de la viñeta clásica, y en algo tan difícil y tan sutil como el «humor publicitario» de todo los tiempos. El secreto de la publicidad es que debe sugerir, transmitir una suerte de «optimismo consumista». Estéticamente, tiene que parecernos «cosa nueva, moderna y agradable» de preferencia un poco estridente. ¿Creen ustedes que esto es fácil? Lo mismo para el dibujo publicitario que para la ilustración de libros infantiles se necesitan idénticas virtudes de optimismo y de novedad estética sorpresiva y estimulante.
Las grandes agencias publicitarias son Universidades en las que se puede aprender mucho, pero es inapreciable cuando el sujeto ha nacido dotado ya de esa capacidad, por cuestión de carácter. Y Sañudo es un viñetista y un dibujante publicitario nato, posteriormente dotado por una gran cultura estética. La cultura es una profunda y larga memoria de todo «cuanto fue» en la evolución de la mente humana.
En el concepto de «originalidad» en la obra de cualquier artista, no todo es «moderno» de forma radical, sino mezclado de atavismo, con hondas raíces en el terreno matricial histórico, en sus hallazgos y su evolución. Todo se ha dicho y se ha hecho ya, pero todo puede repetirse reciclado y revestido de modernidad, como los brotes últimos, los más jóvenes, de un mismo árbol. Aquí es donde se pone de manifiesto la sensibilidad estética y la cultura de Sañudo. Con este libro, que puede parecernos tan elemental y gracioso, Sañudo ofrece subrepticiamente una lección de memoria estética e intelectual. Es un gran conocedor, ya lo he dicho. Voy a descubrir el secreto: el secreto está en que la raíz humorística y crítica de estos dibujos la encontramos en uno de los escritores más novedosos y originales de nuestra literatura del siglo XX. Ramón Gómez de la Serna enseñó a todos los españoles y sudamericanos a apreciar las fundamentales conquistas de las vanguardias de su siglo.
Pues bien: Ramón ilustraba, a veces, sus famosas greguerías con espontáneo dibujitos, desmañados y rápidos, que Sañudo resucita, estiliza, encumbra y pone en valor: «La greguería gráfica» elevada a categoría. Aquella nota de inconformismo «underground», distanciada, optimista y lúdica, la vemos aquí subrayada con extremo rigor, enjundia gráfica y a todo color.
Esta es la entraña exquisita, histórica e intelectual del libro de Sañudo, último brote de una modernidad. Esa modernidad que tanto le debe al gran escritor madrileño, que nunca vio terminada la catedral de la Almudena. Si la hubiera visto, se hubiera muerto de pesar.
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