Cataluña

La lluvia artificial en entredicho

Un equipo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv echa por tierra los logros de la siembra de nubes tras analizar los datos de volumen pluviométrico registrados en Israel en los últimos 50 años.

La lluvia artificial, en entredicho
La lluvia artificial, en entredicholarazon

Los científicos llevan décadas tratando de provocar lluvia artificial con el fin de poder utilizar esta tecnología para combatir períodos de sequía, incendios o incluso plagas. Desde su descubrimiento a finales de los años 40, no han sido pocos los aparentes éxitos alcanzados.

El último, el obtenido al parecer hace una semana en Abu Dhabi según se hacía eco «The Sunday Times». Sin embargo, una reciente investigación arroja un vaso de agua fría sobre los supuestos logros al poner en entredicho que la tecnología empleada hasta la fecha funcione realmente o se deba más al azar.

En concreto, un equipo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv ha analizado exhaustivamente los datos de volumen pluviométrico registrados en Israel desde la puesta en práctica de la siembra de nubes. Y la conclusión del informe, publicado en «Atmospheric Research», echa por tierra los métodos utilizados hasta la fecha. Y no se trata precisamente de un estudio baladí. Han examinado los datos de lluvias de los últimos 50 años y la conclusión es que al menos hoy, la lluvia artificial no resulta eficaz para lograr que llueva más. Y eso que los logros de Israel en materia de siembra de nubes han sido considerados hasta mediados de la década de 1990 los experimentos de mayor éxito.

«Tras esta investigación puedo decir que la siembra de nubes hasta el momento no ha tenido éxito, al menos en Israel. Y pienso que estos mismos resultados se pueden extrapolar a la mayoría de otros sitios del mundo», asegura a A Tu Salud Verde Zev Levin, uno de los investigadores del estudio, experto en Física Atmosférica del Departamento de Geofísicas y Ciencia Planetaria de la Universidad de Tel Aviv.

En concreto, «hemos demostrado que el éxito del segundo experimento de lluvia artificial en Israel (entre los años 1969 y 1975) fue gracias a la elección de los días para la siembra de nubes, ya que las condiciones sinópticas produjeron fuertes lluvias y los vientos fueron más fuertes. Cuando estas condiciones sinópticas se terminaron, los resultados de lluvia artificial cayeron hasta un incremento de lluvia cero. Además, cuando comparamos las cantidades de lluvia en la superficie sembrada con nubes con un área al sur de la misma, ésta última zona mostró que había llovido más que en la superficie sembrada», precisa el experto. Es decir, que el incremento de lluvia que entonces se pensó que era gracias a la siembra de nubes, no fue tal, ya que el aumento de pluviosidad se debió a un modelo específico de ciclones que suele provocar un incremento de precipitaciones especialmente en zonas montañosas.

«Es posible que a veces la lluvia en caso de la siembra de nubes fuera mayor –prosigue–, pero en general los resultados son negativos, es decir, no aumentan. Nuestra conclusión es que la siembra de nubes podría tener un efecto en la microfísica de nubes, pero que otros factores de gran escala dominan el sistema y cualquier mejora potencial positivo de la lluvia por siembra es enmascarada por factores de mayor relevancia. Así, la lluvia de viento baja en áreas urbanas se ha incrementado en Israel en los últimos años cuando la ciudad creció de tamaño debido al efecto isla (los edificios altos provocan cambios en el viento)».

A pesar de estos resultados, lo cierto es que el Gobierno de Israel continúa, al menos hoy, con sus proyectos. Y es que no todo es blanco y negro.

Futuro

«El Gobierno está listo para llevar a cabo un nuevo experimento en el que la siembra de yoduro de plata se llevará a cabo más al este, cerca del Mar de Galilea. El objetivo es utilizar las montañas de los Altos del Golán para ayudar a levantar las nubes y el material de siembra», añade. Este escenario podría acelerar la formación de lluvia al hacerse sobre nubes con un tiempo de vida corto encima de las montañas.

Esperemos que tengan más éxito que en su último experimento (realizado entre 1975 y 1995 al sur de Tel Aviv), «que concluyó cuando se dieron cuenta de que no se obtenía mejora alguna», recuerda Levin.

Pero, ¿sería realmente la solución?, ¿a qué precio? Para Bruce Boe, director de Meteorología miembro de Weather Modification Incorporated, sí, ahora bien, con un matiz que en tiempos de sequía se nos olvida. «El costo por unidad de volumen de lluvia producido por la siembra es muy difícil de determinar con exactitud debido a que el efecto preciso de la siembra varía de nube en nube, de un lugar a otro y de una estación a otra. Se acepta que se puede conseguir un aumento de lluvia de un 10 por ciento. Los expertos en este tipo de operaciones están de acuerdo en que esta siembra es más eficaz si se realiza durante años con un volumen de precipitación normal o casi normal, y que resulta menos eficaz durante las sequías. Por lo tanto, la siembra de nubes debe ser utilizada como una herramienta de gestión del agua, no como un medio para "romper"las sequías». Boe, que considera la investigación de la Universidad de Tel Aviv como un buen estudio, matiza que «esto no significa que la siembra de nubes sea ineficaz en todas partes, o incluso en Israel». Depende de la zona, del tipo de proyecto, de que no se lleve a cabo en tiempo de sequía, etcétera.

Más de 900.000 euros al año

En definitiva, diversas variables importantes cuando sólo «el presupuesto para las operaciones está en unos 900.000 euros al año. Esto cubre el costo del avión, el material de radar y los salarios», explica Levin.

«Son ganas de perder el tiempo y el dinero. No hay nada concluyente sobre la lluvia artificial. La mayoría de expertos opina como el informe de Tel Aviv. Algunos aseguran que conduce a más lluvia, aunque los datos digan lo contrario. De hecho, la probabilidad de que la lluvia artificial sea útil es mínima. Pero incluso aunque así fuera, "ordeñar"las nubes no tiene mucha lógica cuando hay otras cosas que se pueden hacer para gestionar bien el agua. En España, por ejemplo, no falta agua, sino que hay una mala gestión. Y no tendría sentido invertir el escaso dinero dedicado a investigación e innovación en este tema. Hay asuntos menos costosos y más prácticos; entre ellos, la corrección del actual caos en la gestión de las aguas subterráneas», concluye el director del Observatorio del Agua de la Fundación Botín, Manuel Ramón Llamas, catedrático emérito de Hidrogeología de la Universidad Complutense de Madrid y doctor Honoris Causa por la Politécnica de Cataluña.