España
Socializarlo todo por Ángela Vallvey
Es el estilo español. Socializarlo todo. Está en nuestro equipaje cultural, en nuestra sangre histórica. A España le mola la prorrata. El «o todos moros, o todos cristianos». El individuo se hinca ante el colectivo, cae de bruces y se encaja a cogotazo limpio en la masa. A España no le hacen gracia los resaltes, la discriminación –positiva o negativa–, a España le encanta el «a perrilla el montón», el «tú no te signifiques, hijo mío». Nos entusiasmaría muchísimo poder socializar nuestra deuda y nuestro déficit y repartirles una parte alícuota a los alemanes, a todos los alemanes, incluso a los que tienen un salario de pena y pasan más frío y más tristeza en invierno que una ostra veraneando en el Pirineo. Tendemos a repartir las penas, la aflicción, el esfuerzo, la basura, las cargas… Exceptuando los cargos, lo promediamos todo. Por ejemplo: dicen que hay que bajar de nuevo el sueldo a «todos» los funcionarios. Que sí, que son unos privilegiados, que les ha tocado el sueldo Nescafé para toda la vida. Y no nos paramos a distinguir a los funcionarios serios, trabajadores, imprescindibles para el sostén del Estado, esos que llevan una buena parte del fardo que logra el milagro de que una sociedad sea funcional. Los que han aprobado con esfuerzo –y sin enchufes nepotistas digitales– unas oposiciones y hacen una labor encomiable. No. Aquí no caben distingos. ¡Que les corten la cabeza a todos! ¡Que les bajen el sueldo a todos por igual…! Sin diferenciar al magnífico funcionario del enchufado, el aprovechado o el vago. Sin considerar lo desmotivadora que resulta esa medida que no premia la excelencia, sino que fomenta la mediocridad. En vez de seguir criterios de eficiencia, preferimos socializar el dolor. Y que se jorriborren todos. Mal de muchos.
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