Cumbre de la UE
Crimen europeo
Había niños, pero les dejaron morir. Nadie atendió sus súplicas. No eran ciudadanos europeos. Lo supimos el martes pasado, pero ya casi nadie se acuerda: durante 16 días, una patera libia fue a la deriva, sin que nadie la socorriera en el mar más vigilado del mundo. Tan sólo once personas consiguieron sobrevivir, ingiriendo orina y pasta de dientes. Otras 61 murieron de sed. Se dirigían a Europa. ¡A la Europa de los Derechos Humanos! Un portaaviones de la Alianza Atlántica, con el que se cruzaron, ignoró las llamadas de socorro de los inmigrantes. Dos aviones despegaron de la nave y volaron a baja altura, sobre el barco, mientras que los inmigrantes levantaban a los niños moribundos pidiendo ayuda. Pero como si no. La OTAN y los aliados europeos se lavan las manos. Es la respuesta de la Europa blindada de los mercaderes y los burócratas rebosantes de prebendas. Al suicidio económico se une el ético. Estamos ante una Europa despojada de sus valores cristianos, que ha hecho de la moral corrompida por la codicia su bandera. Una Europa encubridora de sátrapas y tiranos, que limita la libertad de circulación, porque sólo quiere ciudadanos instalados y dóciles. Sin otro proyecto que el de un enriquecimiento que olvida que el desarrollo humano es, en primer lugar, ser más, no tener más. Parecería que la Europa de la Unión sólo sirve ya para rescatar bancos y declarar guerras.
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