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Guantánamo promesa incumplida
Obama firmó su cierre en enero de 2009, pero la base sigue funcionando en su décimo aniversario
Base naval guantánamo, CUBA- Es de noche. Y llegan en dos autobuses. Los soldados están nerviosos. No saben muy bien qué ocurre. Tampoco qué tienen que hacer. Les han dicho que se tienen que hacer cargo de lo peor de lo peor. Que han planeado los ataques del 11 de septiembre. Y parece que con eso basta. Los jóvenes efectivos están dolidos. Un perro ladra a los detenidos. Hay un hombre con muletas al que le falta una pierna. Los militares les gritan.
Es el relato del ex soldado Brandon Neely, que llegó a Guantánamo el 7 de enero de 2002, sobre cómo empezó la pesadilla de la prisión. Cuatro días después, el 11 de enero de 2002, llegaron los primeros hombres de Afganistán a Guantánamo. Fueron alojados en Campo Rayos X, las únicas instalaciones de ese tipo de la base. Abiertas en 1994, separaron a los inmigrantes de Haití y Cuba que habían cometido crímenes (robos, asaltos, prostitución o comercio ilegal) del resto de los 40.000 migrantes. Dos años después se abandonó. Pero tras los atentados de las Torres Gemelas se reabrió como centro de detención especial de la llamada «Guerra contra el Terror». Entonces, se supo que su aspecto era más propio de una perrera que de una cárcel. El comandante Donnie Thomas, a cargo de los 800 guardias de la base que custodian hoy a los detenidos, se disculpa. «Son instalaciones que ya habían sido utilizadas», indica en referencia a que nadie se quejó cuando se encerró a haitianos y cubanos.
Guantánamo es sinónimo de controversia con George W. Bush y Barack Obama. Cuando éste último intentó clausurar la base descubrió que ni el Congreso, ni sus ciudadanos y muchos menos los líderes internacionales que tanto la criticaron querían hacerse cargo de sus detenidos. Guantánamo molesta, pero nadie está dispuesto a asumir la responsabilidad.
Diez años después, la mayor preocupación del comandante de los 800 guardias de Guantánamo, Donnie Thomas, son los asaltos contra sus hombres, mientras la última ley aprobada en el Congreso lleva a pensar que jamás se cerrará. «Ya no son tantos como antes. Hay que tener a los soldados motivados. Es una misión dura», describe el policía militar, que tiene una carrera de 21 años. Thomas nos recibe en una de las salas de reuniones de Campo Delta, donde hay colgadas en tamaño grande imágenes de los detenidos. En una se puede ver a un hombre paseando y en otra hay varios jugando al fútbol.
«Nunca vi ningún tipo de tortura durante los interrogatorios. Pero sí puedo decir que se les sometía a posturas extenuantes durante horas, se les despertaba constantemente o se ponía música muy alta por la noche. Nuestros superiores sabían lo que pasaba. Vino de arriba», recuerda Neely de los primeros días. Cuando se le interroga al comandante Thomas por si se podrían haber hecho las cosas de otra manera, responde: «Bueno, ¿no sé qué tipo de pregunta es ésa? He estado aquí durante 17 meses. Y puedo decir que estoy muy orgulloso de la forma de proceder de los guardias».
A lo largo de los años se ha mejorado la prisión con el Campo Delta, con 410 camas. Después se añadieron los Campos 4, 5, 6 y 7. En la actualidad se ocupan los tres últimos. En el 5 hay alrededor de 20 detenidos, separados por mala conducta. En el 7 se encuentran los presos de «alto valor». Entre ellos, están recluidos los conspiradores del 11-S, Kahlid Sheik Mohammed, Walid Bin Attash, Ramzi Bin al Shibh, Ali Abdul Aziz Ali y Mustafa Ahmed Adam al Hawsawi. El comandante de la misión de Guantánamo el almirante Jeffrey Harberson explica que «la orden ejecutiva (del cierre de Guantánamo) fue firmada por el presidente en enero de 2009. Tenemos ya el plan dispuesto para ejecutar la clausura cuando se nos den las directrices. Las decisiones de cómo y cuándo no están en mi área de responsabilidad. Es una decisión de Washington». Y añade que necesita entre seis y nueve meses para cerrarla.
Los 171 detenidos disponen de PlayStation y televisión en árabe. También tienen menú de comida halal con todo tipo de postres, que le cuesta al contribuyente estadounidense 3,1 millones de dólares anuales. Pueden rezar tantas veces quieran y, por supuesto, la cocina se adapta al Ramadán. En su biblioteca hay un «Quijote» que pidió un preso ceutí.
Un debate contra Mitt Romney
En los trece debates de la precampaña de las primarias, Mitt Romney salió como el vencedor, pero su suerte podría cambiar este fin de semana. Los seis candidatos republicanos se enfrentarán en dos debates consecutivos durante la madrugada de ayer en España y hoy. Newt Gringrich, segundo en las encuestas nacionales, y Rick Santorum, que dio la sorpresa en el «caucus» de Iowa pero le falta proyección en otros estados, tratarán de arrebatar a Romney su posición de favorito. Participará en los debates el ex gobernador de Utah y ex embajador de Obama en China Jon Huntsman, que no concurrió a las elecciones de Iowa pero que entrará en la carrera por la nominación presidencial en las próximas citas de enero. Este mes es clave para elegir al candidato republicano que deberá enfrentarse al presidente norteamericano, Barack Obama, que empieza a remontar en las encuestas.
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