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Don Luis Fernández-Vega Diego, miembro de la tercera generación de oftalmólogos Fernández-Vega, ya no subirá a Mirafitin, su despacho elevado que tenía en el Instituto a modo de lugar apacible en donde conserva las cosas íntimas que iban cayendo en su vida como consecuencia del devenir de los días. Se trata de un depósito de agua elevado que estaba abandonado justo al lado del Instituto Oftalmológico. He sido uno de los pocos privilegiados que se ha sentado al lado de él en Mirafitin y juntos repasamos poesías, escritos, cartas y fotografías.

Al final del trayecto biográfico me quedo con aquello que solía decir: «El médico es un hombre al que se acerca otro hombre en busca de ciencia, cariño y comprensión». Y Don Luis añadía: «Y desde luego ánimo». De ahí que su «fármaco placebo» se denominaba CI-CA-CO-A.

Espero que no hayamos perdido su recomendación de la misma manera que no olvidamos su biografía, en la que hay que inscribir aquel magnífico libro junto al Dr. Castroviejo titulado «Queratectomías y Queratoplastias». Total, que desde Mirafitin se sigue viendo lo mismo pero ha perdido a su principal inquilino, aquel capaz de ver el universo del hombre sin necesidad de tenerlo en el horizonte del mirador. Nos queda a todos la posibilidad de acudir a solucionar las patologías de nuestras miradas al Instituto Oftalmológico que sustenta una Fundación que hoy es ejemplo de la oftalmología española. A su hijo, D. Luis Fernandez-Vega, no le faltará ni fuerza, ni energía ni entusiasmo para continuar el trabajo. Y por supuesto tampoco nuestro afecto y el abrazo fraternal de un pésame que me gustaría no haber tenido que dar jamás. Seguro.