Crisis económica
A calzón quitado
España sorprendió al mundo con una transición ordenada a la democracia tras 40 años de dictadura. Ahora, ante otro reto que nos pone a prueba como nación, coquetea con la tentación del suicidio colectivo. Por la abundancia de dirigentes sin coraje, sí. También por una sociedad acomodada en el disfrute. Todos huyendo de su responsabilidad. Nadie se atreve a contar la verdad a los españoles. Menos aún si necesita sus votos. Una sociedad amamantada en la abundancia de derechos sufragados con el presupuesto no admite malas noticias. Proponle recortes y te castigará en las urnas. Pero las cuentas empiezan a emerger del pozo oscuro. Y demuestran dos cosas. Una: la ficción sobre la que se ha construido nuestro estado del bienestar; deuda y más deuda para ganarse a los votantes con servicios públicos que ahora no podemos pagar. Dos: el gasto elefantiásico que conlleva un modelo político y administrativo con 68.000 concejales, más de 8.000 alcaldes, 1.220 diputados autonómicos, otros tantos provinciales, 3.800 empresas públicas y toda la carga que conllevan: edificios, sueldos, despachos, asistentes, funcionarios, pensiones... Ahorrar en coches oficiales está bien, pero se queda en populismo si la reducción no alcanza al tamaño del poder público. Esta es la dimensión del problema. Con alto sentido de Estado, Rajoy ha dado un paso importante al ofrecer lealtad al Gobierno para hablar a «calzón quitado» de las cuentas públicas. La austeridad fue siempre una virtud. Olvidada tras años de abundancia, hoy es necesidad ineludible. Compete a todos. Ni los gobiernos (estatal, autonómico y municipal) podrán ser tan grandes, ni los ciudadanos debemos esperar de ellos que satisfagan todas nuestras necesidades. La fiesta del gratis total es historia.
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