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Mejor no hacer nada por Soldado Ryan
Ayer volví a salir del refugio. Almorcé de platillos (vaya usted a saber por qué, aquí les dicen tapas). Descubrí una sustancia prodigiosa y he sugerido a los chicos del laboratorio que analicen una muestra y la envíen a la Nasa: «Menudo con garbanzos», lo llaman. Quizá tenga alguna utilidad en el programa de combustibles sólidos del Discovery o el Challenger. Estos tíos están realmente avanzados en I+D+i para la industria aeronáutica.
La tarea fundamental de un especialista como yo consiste en relacionar aquello que parece disperso, sin conexión alguna. Unir cabos sueltos e integrarlos en un todo. Las hipótesis iniciales pueden llegar a parecer descabelladas, pero luego, en ocasiones, cobra forma una realidad inesperada que teníamos delante de las narices. Ya se sabe, un especialista es alguien que sabe casi todo de casi nada y casi nada de casi todo.
A la misma hora que el chófer de Guerrero declaraba ante la juez, un helicóptero que se dedicaba al tráfico de drogas sufrió un accidente mortal en un sembrado de Lebrija. ¿Suicidio? No hay que descartarlo. ¡A esos tíos se les había hundido el negocio con Trujillo y su jefe en el talego!
De todos modos, el chófer de Guerrero no tiene un pelo de tonto. A la juez Alaya le dijo que entre su jefe y él consumían unos diez gramos de coca diarios. He mirado el Código Penal: cinco gramos es la dosis máxima para consumo personal. Todo lo que exceda de esa cantidad se considera delito por tráfico de estupefacientes. ¡Caramba, parecía tonto cuando lo compramos!
Visto de este modo, tampoco resulta tan extraordinaria la coincidencia entre el cese de Guerrero en la Consejería de Empleo en la primavera de 2008 y la desaparición por esas mismas fechas de cien kilos de coca en una Comisaría de Sevilla. La oferta disponible, al ritmo que estos tíos le habían metido a la demanda, estaría por los suelos.
A un congresista por Florida, muy cínico y de origen cubano, le escuché decir en una ocasión: «A nadie han echado de la política por no hacer nada». Es lo que debió pensar el otro día Carmen Tovar, la delegada de la Junta de Andalucía en Sevilla, cansada de no tener otra tarea salvo rellenar los crucigramas y jugar al solitario en el ordenador del despacho. Nada le habría sucedido de haberse estado quietecita, fiel al cargo y sin dar mitincitos disparatados a esos niñatos de la ESO que te la juegan con un móvil. Ahora, la Junta Electoral la ha sancionado.
Para colmo, el alcalde de Burguillos le interpone una querella criminal por haber inyectado en su día cien mil euros a un ayuntamiento amigo a través de una empresa que ni existía. Lo advirtió el cubano: lo mejor, no hacer nada.
Y encima llega el desalmado Arenas y dice que, si gobierna, reducirá de 25 a 7 los delegados provinciales de la Junta. ¡Adónde vamos a llegar! ¡Sólo por no hacer nada!
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