Cataluña

El drama de la izquierda (IV) por César Vidal

La Razón
La RazónLa Razón

Si dramática era la situación de la izquierda española tras la derrota de Felipe González, después de la era ZP sólo puede calificarse de auténtica tragedia griega y no sólo porque parece que sus miembros, como si fueran Edipos desnortados, estarían dispuestos a dar muerte a su padre y a fornicar con su madre para llegar al poder. De entrada, la izquierda carece de un mensaje mínimamente coherente que pueda atraer a cualquier persona sensata que desee el progreso de la nación. En Cataluña, la izquierda se ha convertido en nacionalista –mayor traición a sus principios primigenios no cabe– adoptando una forma nacional-socialista que ya por el adjetivo lo dice todo. En lugar de pensar en soluciones cuerdas y posibles para la grave crisis que sufre España se ha convertido en un calco del pujolismo dinástico, pero con concesiones a los okupas, el «lobby» gay y los musulmanes. En las Vascongadas y Navarra, la izquierda sólo sueña con que Batasuna-ETA se corrompa políticamente –moralmente lo está desde su fundación– y acepte formar una coalición en la que pueda seguir tocando poder aunque para ello tenga que lavar el rostro de los asesinos y escupir sobre la sangre de las víctimas. En el resto de España, no tiene mensaje alguno porque la pérdida de los resortes del poder y la convicción de millones de ciudadanos de que es la culpable de lo que ahora padecen imposibilita seguir explotando la política de clientelismo que le ha permitido perpetuarse, a pesar de su pésima gestión, en el Gobierno de Andalucía. Para remate, ayuna de ideas, se limita a repetir las peores sandeces del periodo de ZP como si el ciudadano medio le diera la menor importancia al matrimonio de homosexuales salvo para decir que es una aberración, a la alianza de civilizaciones –cada vez más perdida y olvidada porque nunca pasó de ser una sandez ideada por los ayatolás– o a la defensa de los privilegios de los liberados sindicales a los que considera, por regla general, lo peor de lo peor del ruedo ibérico. Todo eso va unido a propugnar políticas fracasadas una y mil veces por la sencilla razón de que carece de talento y de competencia para idear otras. Para remate, más allá del arco parlamentario, la izquierda raya abiertamente con la delincuencia y el proyecto antisistema parece emergido de un psiquiátrico penitenciario. Si alguna vez, la izquierda estuvo en crisis en España es ahora. Y, sin embargo, no tendría por qué ser así. En el próximo artículo, me tomaré la libertad –suelo hacerlo siempre– de mostrar cuál es el único camino de renovación que puede asumir la izquierda si no quiere ir de mal en peor hasta el desastre final, un desastre en el que, siguiendo su alma histórica, se siente –y se sentirá cada vez más– impulsada a arrastrarnos a todos.