Buenos Aires

El Premio trae resaca

Argentina jugó al fútbol, porque tiene argumentos para ello, y dejó en evidencia a Maradona y a España, despistadísima en defensa, superada en cada línea e incapaz de sobreponerse a la ausencia de al menos cinco titulares. Daba la impresión de que el Premio (Príncipe de Asturias de los Deportes) traía resaca y la campeona del mundo perdió el encuentro en el primer tiempo. Al final, 4-1.

El Premio trae resaca
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Serios, muy serios, en defensa; estajanovistas en el centro del campo, liderados por el omnipresente Mascherano –acierto del Barça–, y veloces y efectivos en punta. Los argentinos jugaban un partido y los españoles, una pachanga, coronada con el patinazo de Reina, que propició el tercer gol a la media hora. Zanetti, Demichelis, Milito y Heinze sólo permitían tiros lejanos: Villa lanzó dos a la madera. Mascherano fue el dueño y señor de la media, bien secundado por Banega y Cambiasso. Tévez fue una pesadilla, dio un gol a Messi, que no marcaba con Argentina desde que lo hizo en el Calderón, precisamente a España, otro a Higuaín y firmó el tercero. Argentina, cuatro ocasiones, tres goles, superaba a la campeona del mundo en todas las facetas. Batista, el interino, demostraba a Maradona cómo con buenos jugadores es sencillo construir un gran equipo.

Los tres goles que encajó «La Roja» en el primer tiempo nacieron del desconcierto defensivo español y de la habilidad de Tévez para montar el contragolpe. En la vaselina de Messi, Arbeloa y Piqué tiraron mal el fuera de juego. En el de Higuaín también falló Marchena, y en el del «Apache», Reina. Los caracoleos de Iniesta servían de poco dada la inconsistencia de Cesc y Silva; tampoco Busquets ayudaba y éste, como Alonso, se veía superado por los centrocampistas albicelestes. Así el encuentro, los dos disparos de Villa a la escuadra y al palo no fueron sino un par de anécdotas.

Los cinco cambios con respecto al equipo que brilló y venció en Liechtenstein debilitaron a España, irreconocible, imprecisa, sin garra ni convicción. En la Selección hay titulares y suplentes, de tal forma que Casillas, Ramos, Capdevila, Xavi, Puyol y Torres son fundamentales.

En la segunda parte Valdés suplió al pobre Reina, según lo previsto –Casillas quizá ya no esté tan enfadado como cuando le dijo Del Bosque que no jugaría en el Monumental–, Navas a Silva, Llorente a Villa y Cazorla a Iniesta. Mejoró la posesión, la agresividad y la profundidad.

Batista, empeñado en conservar el tesoro, se demoraba con los cambios. Recurrió a Di María cuando Tévez se quejó y Xavi suplió a Cesc. España mejoró. Xavi es trascendental. Agüero relevó a Higuaín, el gol y punto, y Pedro a Xabi Alonso, el duro.

Del Bosque hizo las seis sustituciones pactadas y esperó a que escampara. Su equipo buscaba el gol, pero Banega, que no Maxi, Cambiasso, que no Verón, y Mascherano no daban facilidades. De esta segunda mitad habría que destacar las constantes subidas de Monreal, la efervescencia de Cazorla, la prestancia de Xavi, un mariscal, y la impermeabilidad de la zaga local, cargada de años y sobrada de experiencia. Suficiente, porque cuando era desbordada, la madera era su aliada. También Cazorla encontró el travesaño. Tres postes contra tres goles; la fortuna dio la espalda a España, que con Llorente marcó el tanto del honor en el minuto 84 y acarició el segundo en el 88, y sonrió a Argentina, mejor. Lo rubricó Agüero con el 4-1, que escuece.