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La caza con galgo por Antonio Pérez Henares
La caza con galgo, tan humilde como hermosa, vive acosada. Sobre el colectivo ha caído un manchón propagandístico penoso e injusto. Los galgueros son considerados en no pocos lugares y medios de comunicación como unos «asesinos de perros». Algunos casos de brutalidad y maltrato, aireados una y cien veces, se han convertido en el sambenito de todo el colectivo. No hay baronesa que se precie que para hacerse una foto no halle mejor causa que pretender prohibir la caza con galgos. Tan nocivas como insensatas en su ignorancia no comprenden que hacerlo sería acabar con la raza de los galgos que desde milenios han sido seleccionados para ese fin.
Los galgueros me contaron la presión que soportan. Estuvimos de acuerdo en que hay que limpiar el colectivo de los casos de maltrato y brutalidad. Que sí, que son pocos, un par de docenas de denuncias al año, como bien claro deja el Seprona en el reciente informe sobre animales abandonados. Aunque con un caso nos debe sobrar y la voluntad ha de ser clara: a esos canallas el banquillo y la Justicia.
Pero si algo se necesita es que se sepa la verdad. Porque la mentira de 50.000 galgos sacrificados al año es una de esas trolas que a base de repetirse por bienintencionados e ignorantes lo único que consiguen es efectos perversos.
El verdadero problema de galgos y galgueros es hoy el robo. Son miles, ahí sí que son miles, los que cada año son hurtados a sus propietarios y cuidadores. Un galgo bueno vale un dinero y el robo y venta se ha convertido en un negocio. También en la fuente primera de esas escenas terribles que de vez en cuando nos revuelven las tripas. Porque ahí está la base. Los ladrones bien porque no pueden venderlos o porque no les sirven son en muchas ocasiones los autores de las canalladas que luego caen como aceite hirviendo sobre todo el colectivo.
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