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OPINIÓN: Minijob

La Razón
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Son minitrabajos que en tiempos de corrección se nombran en inglés y parece que duelen menos. He tenido muchos y algunos los mantengo, como éste de escribir en la prensa; no dan de vivir pero sí de buen pasar con algo suelto en el bolsillo para pulirlo en barras de bares, a las que debo mi sustento desde el año 86. Uno o varios trabajos de 200 euros, además de un sueldo principal, dan para microfiestas o para alquilar una plaza de garaje y ganarle a las calles de Murcia un tiempo precioso que invertir en otro microtrabajo con el que pagarse un fin de semana en un parador nacional. Los de ahora, nombrados en inglés, no son pequeños trabajos que hace uno con el tiempo que le sobra sino dedicación que fija la expectativa de solvencia 400 euros al mes. Trabajos que sí, son más que nada pero la cifra se encuentra 300 euros por debajo del umbral de esclavitud, cuando la gente empieza a mal alquilar su vida a cambio de la comida y la cama. Y lo de llamarlos minijob resulta sarcástico; sugiere una adenda a la Biblia en forma del pequeño libro de los pequeños Job, aquel gran sufridor («íntegro y recto, temeroso de Dios y alejado del mal») a quien, precisamente por bueno, Yaveh Sebaoth le estuvo haciendo putadas hasta que se le acabó el repertorio, mayormente al demonio en cuyas manos dejó Yaveh la prueba de fuego de la fe de Job; el maligno se llevó por delante rebaños, cosechas, casas, hijos, salud, amigos y ni una mala palabra salió de la boca de Job, el vapuleado, que seguía dando gracias a Dios por los bienes que le había dado aunque fuera para quitárselos luego con meditada crueldad y tempo lento. Dios nos da, Dios nos quita o, lo que es lo mismo, Dios aprieta pero no suelta. Amén.