Castilla y León
«Guillermo Tell» da en la diana
«Guillaume Tell»De Rossini. Solistas: Gregory Kunde, Olga Senderskaya, María José Moreno, Riccardo Zannellato, Elia Todisco. Director: Mark Stone. Orquesta Sinfónica de Castilla y León, Coro Nacional checo. Palacio de la Ópera.
La caudalosa partitura –bravo a la iniciativa de los Amigos de la Ópera coruñeses– se nos ha ofrecido prácticamente íntegra, en la edición de Pesaro de 1995, de la mano ágil y movediza de Zedda, un admirable rossiniano de 82 años, que supo dar a la música el aire requerido, lo que no impidió ciertas confusiones de planos, caídas de tensión y problemas de articulación, superados en las páginas pertenecientes al ballet original, el propio de una ópera estrenada en París el 3 de agosto de 1829.
Hay que hablar sobre todo del norteamericano Kunde (Illinois, 1954), antiguo tenor ligero, hoy una voz de atractivo espesor que, no obstante, continúa conservando una extrema facilidad en la zona aguda, tan importante en esta obra, destinada por el autor a un cantante romántico de tipo contraltino como Adolphe Nourrit, más tarde recogida y potenciada por Gilbert Duprez, tenor de otras hechuras que pronto se hizo el amo del papel engalanándolo con sus características notas altas a plena voz.
Las mayores ovaciones
Kunde ataca los agudos y sobreagudos –do 4 incluido– con valentía y arrojo, con escasos apoyos en gola, y hace campanear su voz, no especialmente rica pero sí consistente, a los cuatro vientos, sin olvidar instantes de adecuado canto legato, así en Asile Héréditaire. Fue objeto de las mayores ovaciones. Mostró maneras y cristalino timbre la rusa Senderskaya, algo falta de toque poético y de contundencia.
El Tell de Stone fue pálido, grisáceo, tonalidad propia de una voz poco coloreada y abierta en la zona superior. Estupenda por agilidad y resplandeciente agudo, Moreno. Aceptable Rivas. Flojitos los bajos. Un aplauso para el pescador de Atxandalabaso, que demostró como, desde una voz ligera, se puede emitir, con timbre y posición, un do 4.
Buena prestación de la Orquesta de Castilla y León, que siguió atenta las evoluciones, no siempre claras, de la batuta. La cuerda es singularmente pulcra. Peor el coro checo, que dio la impresión de no saberse muy bien los pentagramas
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