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COE la casa del deportista

La Razón
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El lunes pasado, José Luis Sáez presentó el libro «10», repaso fotográfico de la última década y de los éxitos del baloncesto español. Es para sacar pecho. Pepe aprovechó la ocasión para despedir a Jaime Lissavetzky, quien, por suerte para el deporte nacional, se llevó el gato al agua al conseguir que Albert Soler le sucediera al frente del CSD, en lugar de Joan Mesquida, el candidato de Rodríguez Zapatero. El miércoles, 48 horas después, hubo Junta de Federaciones Olímpicas en el COE. Son reuniones privadas. Pepe la tuiteó y perdió la ocasión de establecer con Alejandro Blanco el debate que persigue. Se entretuvo con el «twitter». Luego, se marchó sin esperar al segundo acto de la jornada, la firma del convenio entre el Comité Olímpico Español y la Asociación de Deportistas. Habría descubierto para qué sirve, entre otras cosas, el COE, una cuestión que le atormenta. En 2006, Blanco creó la Oficina de Atención al Deportista. Hay 1.144 censados. Se ocupa de los deportistas y de sus familias; de María José Mardomingo, ex atleta, vallista de referencia. Ajo encogió el corazón del auditorio con un relato desgarrador. A los 15 años perdió a sus padres en un accidente automovilístico que también le dejó secuelas físicas. Era la mayor de tres hermanos. A los 17 se proclamó campeona de España. En 2001, una lesión la retiró prematuramente. De nuevo golpeada por la vida. Se hundía. Tabla de salvación, la Oficina de Atención al Deportista. «Gracias a Alejandro Blanco encontré trabajo en el COE y recuperé la autoestima. No llegué a ser Miriam Blasco, pero pude acabar como Jesús Rollán. Soy Ajo». Idéntico agradecimiento, en términos menos dramáticos, el del boxeador Rafa Lozano. Alejandro emocionado y Pepe se lo perdió. Merecía un «twitter».