Acoso sexual

Feministas de platino

La Razón
La RazónLa Razón

Ni un comentario, ni una palabra, ni un gesto. Y por descontado, ni una comparecencia pública, de esas que tanto les gustan ante la posibilidad de salir en una foto o verse en televisión. El asesinato de la jefa de Policía de Meoqui, Hermila García Quiñones, la condena a morir lapidada a la iraní Sakineh Ashtiani, o a la cristiana Asia Bibi por blasfemia no merece la atención, la preocupación y esa indignación histérica que les sale por la boca a las que se hartan en autoproclamarse como defensoras de la dignidad de las mujeres, claro que no explican de cuáles exactamente, y ése es el problema.

A tenor de su mutismo, estas feministas de tarjeta platino, infladas de subvenciones y con el carné de partido entre los dientes que sólo se quitan si tienen que morder a alguien que se atreva a recordarles quiénes son las verdaderas feministas, deben de entender como más humillantes unas impresentables palabras destinadas a la ministra Pajín, empeñada en ignorar la presunción de inocencia de los hombres por su género pero no en reconocer la denigración humana que supone un burka, que la suerte de estas tres mujeres y de otras anónimas. Se ve que las pilla lejos. A las que viven de presentarse como mujeres progresistas, mirando por encima del hombro a las que realmente lo son, les pasa como a los jueces, que los insultos las indignan si van dirigidos a ellas pero no cuando los juzgan en otros. Señoras, eso se llama despotismo, no feminismo.