Pontevedra

Mirando al mar

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...Y escuchando el mar y sintiendo la mar. Eso es lo que nos permiten algunos Paradores. Por ejemplo, el de Baiona, en la provincia de Pontevedra. Recuerdo que la primera vez que estuve allí pude dormirme arrullado por el sonido de las olas rompiendo en las rocas cercanas. Es una de esas sensaciones que se quedan grabadas para toda la vida, sobre todo si uno es de tierra adentro, como es el caso. Desde entonces ha pasado mucho tiempo, pero la sensación que he tenido cuando he vuelto ha sido casi siempre la misma, dependiendo, eso sí, de la habitación que me haya tocado. Ahora, además, se puede dar la vuelta casi completa al Parador bordeando el mar por un paseo que se ha construido. Y, de Baiona, una ciudad y un Parador vinculados a los viajes de Cristóbal Colón y al descubrimiento de América, mi recuerdo va a otro que también lo está: el de San Sebastián de la Gomera. El edificio se encuentra situado en una especie de acantilado con unas vistas impresionantes sobre el océano Atlántico y sobre la capital de la isla. Era, y supongo que lo seguirá siendo, porque hace algún tiempo que no recalo por allí, un oasis de tranquilidad, en el que los viajes de Colón estaban muy presentes.

No hace falta alejarse mucho de este último establecimiento para volver a sentir el mar ahí al lado. Se trata del Parador de la vecina isla de Hierro, situado al borde del agua. Tan cerca, tan cerca está, que el oleaje se ha llevado por delante en alguna ocasión una parte de sus instalaciones, que ha sido necesario reconstruir. De un lado, las habitaciones dan al océano Atlántico y, si uno echa imaginación, puede adivinar a lo lejos las tierras americanas y trazar alguna de las rutas que utilizó el descubridor en sus viajes. Del otro lado, los «cuartos» dan a la montaña, con un impresionante cortado difícil de abarcar con la vista. Si se pone un poco de distancia y se escala con el coche hasta arriba, dando, eso sí, una vuelta, el Parador aparece como una edificación minúscula contemplado desde uno de los miradores situados en la cima del monte. Es otro oasis de tranquilidad, salvo que el viajero tenga la mala suerte de encontrarse con unos vecinos de habitación ruidosos.

Por supuesto que hay más Paradores en los que la mar está muy presente, por ejemplo el de Ayamonte, los del Cantábrico, como el de Gijón o Limpias, o los del mar Mediterráneo, como el de Jávea, Benicarló o Aiguablava; pero cada uno cuenta la feria según le va y yo he sentido mucho la mar en los alojamientos citados anteriormente. En ellos también he probado los frutos del mar. En unos, más marisco. En otros, más pescado. Han sido la guinda de una buena estancia.