Barajas

España una gran nación

La Razón
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La presencia de Benedicto XVI durante cuatro días en España nos ha dejado muchos momentos inolvidables, un buen conjunto de mensajes y de discursos que hay que desgranar con tiempo y con tranquilidad, y una larga colección de imágenes que ya de por sí significan una catequesis directa del Pontífice. Pero ahora, 48 horas después de su partida, me gustaría quedarme con dos retazos pronunciados en Barajas ante los Reyes de España en el momento de la despedida. «España es una gran nación» aseguraba el Papa con una rotundidad que uno echa en falta en muchas ocasiones en nuestros propios gobernantes. Y es que esa es la gran piedra angular sobre la que debería asentarse nuestra democracia. Somos una gran nación y precisamente por eso podemos y debemos salir adelante en momentos tan complicados como éstos.
Además el Pontífice añadía tres calificativos básicos para entender que somos una gran nación: pluralidad, apertura y respeto. Tres aspectos imprescindibles para una sana convivencia sin perder de vista, añadía, las raíces cristianas de nuestro país. Este es un mensaje profundo, intelectualmente consistente y racionalmente irrefutable. Un mensaje para todos. Para creyentes y no creyentes. Para todos. Es la raíz sobre la que se tiene que fundamentar nuestra convivencia, es la fórmula que, aceptada por todos, desmontaría muchos de los problemas que de forma cotidiana la clase política utiliza como simple dialéctica de fogueo, pero que siempre termina con daños colaterales.
Conscientes todos de que somos una gran nación, ahora falta que el Parlamento sea el reflejo de esa grandeza, que la política diaria esté impregnada de la pluralidad, el respeto y amplitud de miras que mencionaba el Papa y que cambiaría muchas cosas. Y desde luego que nadie se avergüence de nuestra realidad histórica, de nuestras raíces cristianas que son los fundamentos ciertos de lo que hemos sido y de lo que somos. Guste más o guste menos. Cuando vemos a Alemania, al Reino Unido, a Italia o a Francia con políticos de izquierdas o de derechas, conservadores o progresistas pero conscientes siempre de donde vienen y orgullosos de su historia, de sus raíces y de sus normas de convivencia nos dejan un regusto de amargura y de incomprensión. ¿Por qué ellos sí y nosotros no? ¿Dónde está la diferencia? España es una gran nación, nos lo ha dicho Benedicto XVI. Ese mensaje que puede interpretarse como un final de cortesía encierra una trascendencia para nuestra convivencia que nadie debería despreciar. Una gran nación plural, abierta y respetuosa, que reconoce sus raíces cristianas y que construye una convivencia con la certeza de que el futuro es nuestro siempre mientras no insistamos en enredarnos en historias del pasado, en abrir heridas cicatrizadas y en tirarnos los trastos a la cabeza mientras el panorama desértico que visualizamos anula cualquier ilusión.
España es una gran nación, ha venido el Papa a recordarnos, algo que tendría que ser básico para todos y que es la puerta del futuro y de la esperanza.