España
Smiley Webb
Ante el aprovechamiento político de la victoria española en el Mundial conviene explorar dos incógnitas: la representatividad de un equipo, y el puesto de Smiley en todo este festejo. Existe un elevado grado de identificación entre los ciudadanos y las grandes figuras del deporte, que se multiplica en el caso del fútbol. Pero ningún equipo es un país ni lo representa de modo cabal, y, sobre todo, una colectividad es distinta de una competición deportiva, donde los participantes tienen un objetivo común: ganar. En cambio, una sociedad abierta no tiene objetivos sino reglas comunes, no necesitamos que líderes preclaros nos diseñen proyectos colectivos usurpando nuestra libertad y nuestro dinero sino que nos dejen en paz. En esto, además de en la alegría y en el esfuerzo por salir adelante, España sí se parece a la selección, lo que también nos permite intuir el papel de Smiley. No es un diestro y sano competidor como nuestros jugadores, ni un equilibrado entrenador como Vicente del Bosque. No. A quien se asemeja, aunque no del todo, es al árbitro, a Howard Webb, ese inglés con apellido fabiano y socialdemócrata. Nótese que lo que hizo el domingo este marrullero se parece bastante a la política intervencionista y en particular a la de Smiley, porque discriminó y no trató a todo el mundo por igual. Fue peor que Smiley, sin embargo, porque nuestros socialistas, además, quieren fijar ellos las reglas que más les convengan.
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