Murcia

Almagro por Oché Cortés

La Razón
La RazónLa Razón

Hacía tiempo que tenía ganas de escribirte, pues pensar en ti es un acto reflejo, casi un latigazo como el revés que te corona entre los diez mejores tenistas del mundo. Y no recuerdo desde Cassius Clay a nadie capaz de construir y destrozar en el mismo minuto. Desde que descubrí a Federev destapando la esencia, muy pocos han sido llamados a poseer la inspiración de crear la arquitectura de la perfección. Y el otro día, viéndote en Australia, dejó de importarme tu rival a los diez minutos, porque tenía delante a un tipo genial con una camiseta verde, vomitando la antología de sentimientos más sinceros que un ser humano es capaz de desparramar sobre una pista de tenis. Así es lógico que haya gente que no te comprenda. Eres capaz de desarbolar al rival más difícil del mundo y perder con un tuercebotas de Segunda B. Dependes tanto de tu estado de ánimo, que en el mismo juego puedes hacer una dejada milagrosa desde el fondo de la pista y pegarle una bronca a tu preparador. Porque, querido Nicolás Almagro, debes saber que eres diferente, como la canción que seguramente bailaron tus padres cuando todavía eras un proyecto. Y eso arrastra una mochila llena de aristas entre los que no se paran a contemplar lo que hay debajo de esa costra que te has construido para resistir a tanto capullo que se asoma a su mediocridad, y dedica esfuerzos mandándote veneno desde algún micrófono. Una vez te entrevisté en la tele, cogí un par de raquetas y charlamos mientras nos pasábamos la bola en el plató. Allí descubrí el humor de un tipo que se reía de mi mal estilo, al mismo tiempo que respondía a todas las barbaridades que se me ocurrían. Porque, querido Almagro, tú no le tienes miedo ni al Coco cuando agarras una raqueta. Y esa diferencia te hará estar siempre en la linde, igual que un niño que es incapaz de ir por la acera, porque lo que le mola es correr por el centro de la calle, sorteando los autobuses. Espero que tu viaje de vuelta haya sido corto y ahora andes por Murcia, disfrutando de la otra cosa que más te gusta, que es vivir cerca de los que te aman. Que haya alivio y sálvese el que pueda.