Berlín
Estrellas de ayer y hoy
En los festivales de, por nombrar a tres luminarias de la civilización occidental, Cannes, Berlín o Venecia también sucede que la concurrencia se agilipolla a la que una estrella del cine asoma el morro. No hay que tomarse como un drama, por consiguiente, que cientos de sevillanos olvidasen ayer su condición de adultos para vitorear a Tom Cruise junto a la Puerta de Palos. Los fans estaban, además, trufados de turistas, otra prueba de que la estupidez mitómana es global y no local. Ni siquiera como proveedor de palmeros ha conservado Sevilla, orgullosa en su día de su condición de Jugador Número 12, su identidad. Se vitorea lo mismo a un actor en el barrio de Santa Cruz que en Hong Kong: con grititos desaforados y repitiendo su nombre hasta gastarlo. Triste destino para un rincón en el que Orson Welles se emborrachaba con toreros en tascas atestadas de gitanos y hasta intercambiaba puñetazos en el lobby del hotel Alfonso XIII con algún impertinente que aún vive para contarlo. Las comparaciones son odiosas y tal, pero no negarán que este cienciólogo guapito al lado del director de «Ciudadano Kane» es un cómico de cuarta fila. Pues hasta con un jefe de protocolo llega el tío, como si de un estadista se tratase. Tener a un millar de débiles mentales al borde del desmayo allá por donde uno va es lo que tiene: se termina subiendo la fama a la cabeza.
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