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Además de Real familia por Enrique Miguel RODRÍGUEZ

La Razón
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Esta semana las revistas coinciden en sus portadas con las informaciones diarias. «Diez Minutos» y «Semana» nos traen a sus primeras páginas a la Infanta Cristina. La primera se lanza del trapecio sin red. Titula: «Cristina ve en peligro su matrimonio». Los posibles problemas judiciales de Iñaki Urdangarín, en caso de condena, no llevaría aparejada la pena de divorcio. «Semana», más discreta, titula «Cristina entre el deber y el amor». «Hola» hace bueno el título del artículo: «Por encima de la realeza, está la familia», por eso la Reina Doña Sofía, después de presidir la entrega de los premios del Spanish Institute en Nueva York, una de las grandes galas de la auténtica capital del mundo, se fue a ver a su hija la Infanta Cristina, a su yerno y a sus nietos, como haría cualquier madre en momentos difíciles de una de sus hijas. Por cierto, dos grandes líderes de la dignidad española, Jorge Javier Vázquez y Mila Ximénez, en su programa televisivo han dicho que resulta indigna la portada del «Hola». No acierto a comprender qué quieren decir. Quizás sería conveniente recordarles que ellos que fueron martillo de herejes de Isabel Pantoja, a la que siempre he defendido en su categoría artística, ahora no tienen ningún problema en tenerla de estrella de la cadena. En el caso de Jorge Javier, compartirá con la artista el programa de fin de año, recordándole que Isabel, justa o injustamente, está imputada en delitos. Por lo tanto, lo de la dignidad es algo que resulta en sus bocas grotesco. Decía el abogado Don Ignacio Gordillo, ilustre miembro del bufete Martínez Etxebarría en «Herrera en la Onda», que en este caso se han vulnerado muchos derechos procesales, entre ellos el respeto al secreto de sumario. Una situación que podría legalmente hacer nula cualquier actuación. Repetía que el Duque de Palma no está ni siquiera imputado y que mucho medios ya lo han condenado. Afortunadamente, las condenas en un país democrático sólo las pueden ejecutar los jueces, y tanto el que haga la instrucción del caso, como el que lo juzgue, será el que decidirá la culpabilidad o no de Iñaki. El problema es que de llegar al juicio, ya habrá sido juzgado, condenado e incluso ejecutado.