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La Universidad Complutense ha inaugurado un monumento a las Brigadas Internacionales por su labor en defensa de la II República. Lo cual es síntoma, sin duda, del ejercicio de una memoria selectiva que se niega a reconocer los trágicos errores que esa misma República cometió y que condujeron a uno de los más negros episodios de nuestra historia. Esa memoria olvida la quema de conventos y la eliminación física que se impuso en Madrid como forma de acallar a la oposición política.
En el acto celebrado en la UCM, estuvo como invitado principal Santiago Carrillo, el maestro del olvido sobre su directa responsabilidad en la muerte de miles de inocentes en Paracuellos. La escultura se remata con unas palabras de La Pasionaria, una mujer conocida por su extrema bondad y su talante moderado. Es una ironía del destino que los más brutales de los republicanos, aquellos que nunca estuvieron a favor de una verdadera democracia, sino de llevar a la República hacia un sistema stalinista y totalitario, sean los que recojan los frutos de la sangre de otros.
No voy a caer en la provocación y remedando Calvo Sotelo, cuando Dolores Ibárruri, días antes de su asesinato le amenazó de muerte y le llamó, según dicen, «hijo de puta» en el Congreso, decidles a todos estos señores, «no sabía que ustedes fueran mi madre». No, yo sólo puedo alzar la voz, para proclamar que este tipo de actos son un insulto a la memoria y a la verdad.