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Eugenia Martínez de Irujo: «El príncipe azul no existe»

«Parezco el flautista de Hamelin». No es un cuento chino. Desde el momento en que Eugenia pone un pie en el mercadillo solidario organizado por Hoss Intropia en el Hotel Puerta de América de Madrid, los fotógrafos y reporteros siguen cada uno de sus pasos. Eugenia a la izquierda, y todos a babor. A la derecha, toca estribor

Eugenia, con el libro de Pequeño Deseo, tras la apertura del mercadillo solidario de Hoss Intropia
Eugenia, con el libro de Pequeño Deseo, tras la apertura del mercadillo solidario de Hoss Intropialarazon

La duquesa de Montoro acudió como voluntaria de la Fundación Pequeño Deseo para amadrinar la iniciativa y presentar «un libro de relatos infantiles escritos por diferentes «celebrities»: Belinda Washington, Carmen Posadas, Ángeles Caso, Marta Robles... «¿Te puedo leer un ratito?» está ilustrados por la propia Eugenia, cuesta 15 euros, y los beneficios, como los del mercadillo, van destinados a esta entidad que busca hacer realidad las peticiones de niños y niñas con enfermedades crónicas o de difícil pronóstico para arrancarles una sonrisa en medio de la adversidad. De hecho el libro nació así. Judit, una niña ingresada por una malformación congénita, confesó que su mayor ilusión sería «escribir un cuento y que se publique». Deseo cumplido.

-Desconocía su faceta como ilustradora...
-Yo también. Fue algo espontáneo. Se había pensado ilustrar el libro de cuentos con fotografías, pero no pudo ser. Entonces, Cristina Cuadrado, la directora de la fundación, me metió en este embolado. Al principio le dije: «No me hagas esto», pero al final me decidí y poco a poco salieron los dibujos. Ahora, cuando lo tengo entre mis manos, me hace más ilusión si cabe.

-¿Ha invertido muchas horas?
-Muchas ganas diría yo. Primero intentaba quedarme con lo más importante del cuento, de la historia y el personaje para plasmarlos. El resultado son dibujos infantiles con mucho colorido y algo naifs.

-Este libro no es una colaboración esporádica con Pequeño Deseo…
-Llevo cuatro años trabajando con ellos. Afortunadamente ahora la fundación se conoce más. Siempre he pretendido colaborar sin que nadie lo supiera. Pero no cabe duda de que si con mi imagen puedo ayudar a sacar fondos, cumplir deseos con los niños y contribuir a mejorar el estado anímico de los chavales, aquí estoy.

-Esos deseos, intuyo, serán en ocasiones la mejor terapia para los chavales...
-Completamente. Se someten a tratamientos superfuertes, muy largos… Los estudios lo confirman. Los médicos nos guían y nos plantean qué niños están bajos de moral y a cuáles les vendría bien una sorpresa. No te puedes imaginar los resultados tan buenos que genera el que un día rompan con esa rutina tan espantosa que les ha tocado vivir. Además, intentamos mantener la sorpresa hasta el final porque a veces si no se puede llegar a cumplir generaríamos mucha frustración. Para ellos y sus padres este pequeño gesto supone muchísimo. Ante una enfermedad sufre toda la familia, incluidos los hermanos porque, quieras que no, toda la atención se centra en el niño enfermo y los otros, de forma involuntaria, se quedan apartados.

-Será difícil desconectar cuando se pasa el día con ellos...
-Sí, y en ocasiones no te sientes con ánimo para ir al hospital. Ese día es mejor que no vayas porque presentarte con una sonrisa y con alegría es imprescindible.

-Y los deseos de Eugenia, ¿dónde quedan?
-Mis deseos son casi siempre a corto plazo. Desde hace mucho prefiero siempre vivir el día a día y que se me vaya cumpliendo lo que quiero hoy para mañana o pasado. Tampoco soy muy pedigüeña.

-Hablamos de niños: ¿qué quiere ser de mayor?
-A lo mejor no deseo ser mayor. Siempre he tenido una parte de niña y podría decir incluso que no soy muy madura. Además, esa ilusión de la infancia es algo que hay que cuidar.

-Su madre recibió la semana pasada la Medalla al Mérito a las Bellas Artes y usted la acompañó. Eugenia, cuélguese una medalla…
-Nunca me ha gustado colgarme medallas…

-¿Ni la de mejor madre?
-Ése es mi punto flaco. De hecho, hace unos días ha estado malita en casa y estoy deseando llegar para estar con ella. La verdad es que Cayetana me cambió la vida. Yo no era una persona muy niñera, me gustaban los niños pero para un ratito. Sin embargo, Fran siempre lo fue. Cuando tuve a Tana me nació un sentimiento nuevo que no ha parado de crecer con el tiempo. Lo que más me gusta del mundo es estar con ella y todo gira en torno a sus horarios. Ahora es casi como si hablara con una amiga, compartimos muchas cosas…

-Precisamente coincidí el otro día con su ex esposo en otro acto solidario…
-Casi todos los toreros, Fran especialmente, siempre se implican muchísimo: desde festivales benéficos a otros actos más puntuales. Además, cuando tienes hijos, te toca mucho más de cerca y te das cuenta de la suerte que implica el hecho de que estén bien.

-Francisco debuta en televisión. No la veo yo a usted con ganas de hacerle la competencia…
-Yo no. He tenido alguna propuesta pero me siento incapaz. Me bloqueo bastante cuando hay una cámara frente a mí y me da mucho pudor.

-Pero ya sabe moverse en un «photocall»...
-Al final la experiencia te va dando tablas y vas saliendo mejor del paso. Antes era mil veces más tímida que ahora. De pequeña, cuando me hablaban, bajaba la cabeza y la mirada. Pero en un momento de la vida tienes que vencerlo y superarte.

-¿Para vencer la timidez tira del «Dientes, dientes…» que encumbró a Isabel Pantoja?
-No, procuro ser natural. Soy cero diplomática. No sé si es un defecto de la virtud, pero todo el mundo me dice que lo mío sí que es el espejo del alma. Cuando estoy mal se me nota a la legua. Me da igual quien esté o no delante. De la misma manera, si estoy feliz, lo transmito de inmediato. No puedo en una situación determinada hacer lo contrario a lo que siento.

-En una entrevista vino a decir: en la Casa de Alba, mucho patrimonio, pero pasta, cero. Tendrá entonces hipoteca…
-Estoy pagando dos hipotecas y las saco adelante poquito a poco como todos los españoles…

-Voy a crear un grupo en Facebook…
-(Interrumpe). Lo detesto y siento no dejarte terminar, pero lo nombran y me sale de dentro. Quizá porque soy muy celosa de mi intimidad, me parece un cotilleo brutal y me espanta…

-Pues hay quien radia su vida…
-Y alucino. Me sorprende muchísimo y me molesta que puedas estar en una cena de amigos o en un cumpleaños y de repente, la foto del momento al instante la cuelgan.

-Volvamos. El grupo de Facebook se llamaría: «Señoras que están convencidas de que Eugenia y Francisco acabarán juntos».
-La pregunta del millón. Creo que ya los dos estamos felices así, nos llevamos envidiablemente bien gracias a Dios, no tenemos ningún problema, hablamos y en ocasiones hacemos planes juntos como este año en el Rocío, viene a casa a ver a la niña cuando quiere… Lo hemos hecho fenomenal, gracias a Dios, porque hay matrimonios rotos que se matan. Eso es terrorífico, sobre todo para los niños. Tampoco entiendo cómo has podido querer tanto a alguien y que de repente pases al odio, el otro extremo. Estamos encantados y eso se refleja en nuestra hija .

-Debuta como ilustradora de cuentos, y no sé si le preocupa no haber encontrado al príncipe azul…
-Eso no existe. A lo mejor sí, y yo no lo he sabido encontrar. Ahora me apetece mucho estar sola. Creo que he tardado un tiempo en descubrirlo, pero nunca es tarde. Estoy encantada, hago lo que quiero, disfruto de mis amigos, no tengo que dar explicaciones a nadie… Y estoy feliz.

-Hemos llegado al final y no le he preguntado por Alfonso Díez…
-No te pega nada preocuparte por ese tema trabajando en LA RAZÓN… (Risas).


«Estar en casa no va con mi madre. Es imparable»
Tanto Eugenia Martínez de Irujo como su madre, la Duquesa de Alba, admiten que son mujeres de carácter. «Tenemos un pronto, pero luego se nos pasa», reconoce la duquesa de Montoro, que también comparte con su madre esa «vitalidad inagotable». ¿No será genético? Porque a su madre, a pesar de ser una mujer octogenaria, no hay quien la pare… Ni tan siquiera los problemas de salud. «Es imparable. Esas ganas de vivir y tirar para adelante me encantan. Yo la admiro en ese sentido», explica Eugenia, que aclara además que «quedarse un día en casa no va con ella. Además, cuando no sale es porque verdaderamente se encuentra mal, por ejemplo porque tiene gripe, aquello es un drama». Sin embargo, llevar ese ritmo, ¿no es un quebradero de cabeza para sus seis hijos, teniendo en cuenta que ya ha cumplido 84 años? «A veces te preocupa porque te dices: "Va a acabar agotada". Pero la verdad es que es el secreto: no parar. El día que se detenga será cuando nos debamos preocupar de verdad», sentencia la menor de los Alba.