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Al empedrado por Lucas HAURIE

La Razón
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El fiasco electoral del domingo fue sorprendente incluso para José Antonio (¡¡presente!!) Griñán, que proclamaba su confianza de darle la vuelta a las encuestas mientras incurría en un acto fallido de libro al anunciar que permanecería en el cargo orgánico incluso en caso de pasar a la oposición. Más o menos como Rubalcaba en su debate con Rajoy. Los labios fruncidos en el balcón de la sede del PP, entreverados con alguna sonrisa sardónica, destilaban estupor pero también rencor hacia unos ciudadanos que desde noviembre los han abandonado en masa. Por supuesto, ni un atisbo de autocrítica. Los dirigentes se siguen considerando estupendos, o al menos mucho mejores que sus contrincantes, mientras votantes incondicionales y voceros oficiosos echan la culpa al empedrado, vale decir al electorado, con proclamas que van desde la negación de la propia mismidad («me da vergüenza ser andaluz») hasta el mero epicentro de la estupidez humana («la gente aquí es tonta»). Jugaban contra un rival con seis expulsados y les pitaron veinte penaltis a favor pero ni así metieron la goleada necesaria. Pues todavía le echan la culpa al campo embarrado y a la parcialidad del árbitro. Las elecciones, como el Mundial, son cada cuatro años. Pena de oportunidad perdida.