Brote de ébola

Sin maquillar y en camisón

Las enfermeras dicen que «ha sido una más». Su marido y una de sus hermanas durmieron en un sillón del hospital.

La presidenta salió ayer por la mañana del hospital Clínico acompañada por el equipo médico que la ha atendido durante los últimos días
La presidenta salió ayer por la mañana del hospital Clínico acompañada por el equipo médico que la ha atendido durante los últimos díaslarazon

MADRID- Durante dos días, Esperanza Aguirre, ha estado paseando por el pasillo C de la tercera planta del Hospital Clínico con el camisón de lunares rosa, cruzado por detrás, que el centro da a todos los pacientes que se someten a una intervención quirúrgica. «En ningún momento se puso un camisón suyo, siempre ha llevado el del hospital», explica Virginia, la auxiliar que la atendido los dos días de estancia en el hospital. «Para nosotras es mejor, porque nos facilita el trabajo, pero la verdad es que nos llamó la atención porque prácticamente todo el mundo se pone uno suyo para recibir visitas». Eso a Aguirre le dio igual, y no sería por que no fue gente a verla.
Y es que, en dos días la presidenta regional ha recibido a familiares, amigos y compañeros del partido que se han interesado por su salud. «El primer día ya quiso ducharse y sentarse en una silla, pese a que aún tenía puesta la vía», explican. A muchos de ellos les recibió desde la sala de espera correspondiente a las seis habitaciones del pasillo C, en el que se encontraba su habitación, la 36. Así lo hizo con Mariano Rajoy, con María Dolores de Cospedal y con Francisco Granados, entre otros. «Algunos pacientes y personal del centro aprovechaba para preguntarle cómo se encontraba y darle ánimos. Y ella accedió a todo e incluso estuvo conversando con muchos de ellos», relata.
«Se nota que es una persona fuerte y con mucha vitalidad, porque desde que se despertó de la anestesia se ha encontrado muy bien», afirma la auxiliar. «Sólo nos pidió que le ayudáramos a peinarse por detrás, porque no llegaba bien. Pero no quiso ni siquiera ponerse un poco de colorete».

Cintas de la bandera española
Recibió flores de decenas de personas. Y durante el tiempo que estuvo ingresada las mantuvo todas en su habitación. «Llegó un ramo de claveles rojos de un ciudadano anónimo. Le hizo muchísima ilusión y pidió que "rápidamente"se pusieran en agua». Sus hijos y su marido se llevaron algunos de los ramos, pero antes de marcharse repartieron muchos de ellos entre las habitaciones del hotel. «Yo misma tengo uno en casa, que me dio. Uno con las cintas rojas y amarillas, como la bandera de España», afirma la auxiliar. A cambio, Virginia cuenta que intentará hacerle llegar una cantimplora con agua bendita de Lourdes, santuario al que peregrina todos los años. «Aunque ha salido todo muy bien, estoy segura de que ella, que es creyente, lo apreciará», afirma.
Entre visita y visita, Aguirre leyó un libro y la prensa, vio la televisión – «el programa de Isabel San Sebastián de Telemadrid, por supuesto»– y conversó con sus familiares, que le han acompañado en todo momento. La primera noche la pasó allí su marido; la segunda, una hermana suya. «Los dos durmieron en el sillón reclinatorio que tienen las habitaciones, con una sabanita por encima que solemos poner a todos».
Cada poco, Virginia, que se refiere a A guirre como «la presidenta o Doña Esperanza», destaca en su relato su amabilidad y educación. «Se nota en todo. Si estábamos atendiéndola y le sonaba el móvil no lo cogía, aunque le digéramos que daba igual». «Eso puede esperar. Ahora estamos con esto», asegura que decía. Virginia también afirma que en todo momento respetaron y colaboraron con ellas. «Si acababa antes de comer de que yo pasara, sus hijos, o quien estuviera en ese momento nos sacaba la bandeja» Pasó muy buena noche, según dijo el parte que la auxiliar y enfermera del turno de noche le dieron a Virginia la segunda mañana: «No llamó el timbre ni una sóla vez». Afirma que lo normal es que pidan agua, «pero ella ya tenía una botella» o alguna gasa o toalla, «pero Doña Esperanza se apañó muy bien con el neceser que se le da a los todos los pacientes».
Añade que ha estado con muy buen humor, «sonríe mucho» y que ha leído atentamente todas las cartas de felicitación y cariño que le han enviado. «Le hizo mucha ilusión cuando le conté que había oído que en todas las televisiones hablaban muy bien de ella. «¡Hasta en Sálvame Deluxe!», le contó a la presidenta.
«Todo lo que se ha dicho sobre que hubiera recibido un trato especial en el hospital es mentira». Nada más llegar lo primero que hizo fue saludarnos y decirnos «Espero ser una buena enferma». «Ahora le digo yo que ha sido una paciente de diez».


Pollo, sopa y yogur de dieta blanda
El día que ingresó no pudo comer nada porque la anestesia de la operación le obligaba a estar en ayunas. Sin embargo, al día siguiente tuvo que «conformarse» con un menú de dieta blanda. «Tenía un hambre que me moría y me comí todo. Estaba buenísimo», indicó a la salida. El comentario venía después de que una de las visitas comentara a la salida que la presidenta regional había comentado que la comida estaba mala. Pero según las enfermeras, ella sólo se dejó la tostada y el yogurt del desayuno. A la hora del almuerzo Aguirre se tomó la sopa y el cuarto de pollo que la dietista del Hospital «receta» para las dietas blandas y en la cena sucedió lo mismo. «Lo único que preguntó fue que lo que la única comida que no le gusta es el hígado y el bacalao», pero no había.


Desmontando rumores
La habitación
Se ha dicho que se cerró la planta en la que fue ingresada y que le dieron una «suite». Las enfermeras lo niegan: «Todas las habitaciones de su zona eran iguales y estaban ocupadas. Hoy mismo ha entrado otro enfermo en la que ella dejó».
La lista de espera
Nada más encontrarle un bulto en el pecho y determinar que había que extirparlo. Todo el mundo entra en «prioridad oncológica». Es un protocolo que se sigue con todos los pacientes
La comida
Se dijo que la presidenta podría estar recibiendo un trato especial por parte de la cocina del Clínico. «Su dieta era blanda y recibió la visita de una dietista, como el resto de los enfermos, para preguntar si tiene intolerancias e informarle de su dieta», dicen los trabajadores.