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La Razón
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El patatús místico es cosa con la que no se juega, de modo que bien hará el Cuerpo Nacional de Policía en determinar si el agente de paisano que, felizmente, evitó que un orate le infligiese a la talla del Gran Poder un daño irreparable es apto para el servicio. Ha declarado el devoto madero a «El Correo» que «el Señor me pidió que estuviera allí» y, sin ánimo de embromar, es pertinente preguntarse si una persona que conversa con el Altísimo como con su cuñada puede ir armado por la calle. A charletas con la Providencia también se ha remitido Luis Carbajo para justificar su acto vandálico y está el hombre, con razón, emplumado por la Justicia y a buen recaudo en un frenopático. La palabra de Dios, que no suele hablar claro, siempre ha necesitado de exégetas y ya se sabe que la interpretación es un obstáculo para la inteligibilidad. Es el síndrome de «Lost in translation». Este abnegado agente y devoto cofrade ha creído entender esta vez que se le encomendaba una misión digna de encomio pero nada garantiza que pasado mañana no se persuada de que San Sosípatro le ha pedido tirotear a los transeúntes. Cosas más tremebundas han hecho personas que, en principio, parecían menos propensas a acatar sin rechistar los mandatos de la corte celestial. Hay gente que piensa que «con el mazo dando» es consecuencia inevitable de estar a «Dios rogando». Un test psicotécnico, por favor.