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Suecia

Yo Leonor

La Razón
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Me trajeron mis padres una vuvuzela de Suráfrica del primer partido de España y estoy pegando una turra importante por la Casa del Príncipe. En realidad, me la compró mi padre, que me da todos los caprichos y le saco hasta los ijares, porque si llega a ser por mi madre, lo que me trae es un diccionario zulú y voy que chuto. Está empeñada en que sea una heredera culta, ya ves tú, si yo lo que quiero es vivir del cuento y no pegar un palo al agua, o sea, lo lógico y habitual en un caso como el mío. La trajo mi padre escondida en la maleta y me ha pedido de rodillas que no la toque, que a mi madre se le puede poner un carácter como el de un schnauzer enano y para qué queremos más, pero yo veo esa trompeta y luego la oreja de mi hermana, y falto a todas mis promesas. La tengo medio sorda a la pobre. Como yo le digo: no llores, bolo humano, que el abuelo también está teniente y lo lleva de maravilla. Ahora que acaba el colegio se van a enterar, hombre, voy a estar todo el santo día pegando pitíos por los pasillos y ni castigos ni porras. Además, los labios se hinchan como dos bratwurst y me ahorro el bótox. Todo sea por gastar menos, que noto a Anasagasti preocupadísimo por los dineros que ha costado llevar a los titos, a la abuela y a estos dos a la boda en Suecia. Yo es que sigo mucho a Anasagasti porque me hace muchísima gracia. Se pone así como faltoncete con la familia y me parto la caja con toda esa atención que nos presta, que es que no tenemos otro seguidor más fiel. Deberíamos subvencionarle. O eso, o animarle a que se presente al concurso «¿Qué es un rey para ti?». El caso es que aquí ha ido todo quisqui al bodorrio menos yo, con las ganas que tengo de echarle el guante al hermano de la novia, que es guapísimo. Quería además ver de cerca a la tal Magdalena, que se la trataron de endilgar a mi padre antes de conocer a la famosa periodista que es ahora mi madre, porque dicen que es muy mona, aunque yo la veo parecida a Peggy en «Cerdada espacial» de los Teleñecos. Se lo dije al abuelo, que se quedó en tierra: que me lleven ahora que igual se acaba el chollo y nos extinguimos. Y me dio un pellizco doble.