Presidencia del Gobierno

Órdago a la grande por Alfonso Merlos

La Razón
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Llega la hora de la verdad. Toca levantar las cartas y ver la jugada. Las jugadas. La que pueda y deba hacer el Estado de Derecho y, naturalmente, la que aguardan a perpetrar y consumar nacionalistas vascos y catalanes. En esta ocasión al alimón, y ahora sí haciendo piña, tanto los que visten corbata como los que lucen tatuajes, a los que habíamos tenido (¡qué ingenuos y qué pardillos!) por moderados con los que han recorrido imparablemente un camino «heavy» hacia lo salvaje.
El momento de desleal y traidor desmelene de Artur Mas y sus indoctrinadas y entontecidas huestes sumado a la más que previsible mayoría en votos y escaños de la tenebrosa pinza Bildu-PNV en los comicios del domingo es, en toda regla, un desafío mayúsculo: a la convivencia, al sistema de libertades, a los derechos más fundamentales de millones de compatriotas, al futuro de España y, obviamente, a su unidad e integridad territorial.
Empezando por lo último, la democracia no podrá ser inflexible ante lo que la Constitución es, en su espíritu y su letra, implacable. Y eso quiere decir que los políticos y las altas instituciones del Estado deben estar ya en guardia para evitar que los amagos de sedición, los actos de pura y dura ilegalidad con los que se amenaza desde la mismísima mañana del 22-O no pasen de ser eso: bravuconadas, exabruptos propios de una calentura transitoria de quienes se han erigido en peligrosísimos iluminados.
Quienes pretenden vernos debilitados y divididos están al ataque, van a seguir empujando, enredando, golpeando nuestros intereses y contaminando nuestra estabilidad. Plantean un envite esquizofrénico y desmesurado. Y nos van a encontrar. A quienes creemos en una nación compacta que pueda salir adelante por el bien de todos.
Nuestras élites no pueden dar un paso atrás o al lado amilanados por estos revoltosos y viejos caballitos de Troya. Deben marchar hacia delante con la ley en la mano. Sólo con la ley pero con todo el peso de la ley.