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No hay que fiarse por José Antonio Vera
En la lucha contraterrorista, conviene ser realistas y no pensar que ya está todo hecho. La banda anunció su presunto «cese definitivo de la actividad armada» durante la pasada campaña. De haberlo comunicado antes o después hubieran desaparecido muchas de las sospechas de oportunismo que se cernían sobre aquel comunicado. La cuestión hoy está en saber si ETA hizo aquello por mera convicción y sin nada a cambio, o bien porque alguien le transmitió expectativas que ahora se deberían cumplir. En esas estamos. Fuentes generalmente solventes transmiten que la organización terrorista, que ni se disolvió ni entregó las armas, está internamente en una situación de incertidumbre. Parece que el denominado comité ejecutivo, formado por siete miembros entre los que destacan David Pla, Irache Sorzábal e Izaskun Lesaka, no está muy feliz con el actual escenario y tiene ya elaborado el borrador de un comunicado que harían público coincidiendo con la celebración del Aberri Eguna, en fechas cercanas a la Semana Santa. Los terroristas han hecho llegar su «malestar» a la dirección de Batasuna, donde Rufino Echeverría y Rafael Díez Usabiaga aparecen como principales responsables. Y en Batasuna (Sortu, Bildu, Amaiur) habría en este momento un debate sobre la oportunidad del nuevo escrito. El mundo de ETA es confuso en sí mismo y poco se puede saber de sus movimientos. Quienes están en ello aseguran que los terroristas no han cesado en su tarea organizativa y que disponen de capacidad para perpetrar atentados. Es cierto que están diezmados y que la democracia les ha derrotado, pero haríamos bien en no fiarnos de una organización que nunca hizo otra cosa más que asesinar, y que trasladó a la opinión pública su decisión de «renunciar a la lucha armada» en plena campaña electoral. O sea, de manera más que sospechosa.
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