Murcia

El kennedy murciano por José Clemente

La Razón
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Ramón Luis Valcárcel se convirtió ayer en el primer presidente autonómico en ser recibido por el nuevo jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy. Y lo hizo por derecho propio. Primero, por haber sido marginado en múltiples ocasiones por el anterior mandatario, José Luis Rodríguez Zapatero, y, segundo, por ser su territorio, es decir, la Región de Murcia, una de las autonomías más olvidadas en las dos anteriores legislaturas. Ha sido, pues, esta semana que concluye, decisiva en las aspiraciones de Murcia para abordar con cierto optimismo los retos que se nos plantean y que tuvieron como prolegómeno varios cambios en su gabinete de un importante calado para los tiempos futuros. Podría ser su semana, y lo es en buena medida en tanto en cuanto él ha sido parte artífice de la misma y protagonista de primera mano de esos relevos que indicamos. Me refiero, claro está, a la sustitución del consejero de Economía y Hacienda, Salvador Marín, por la de Juan Bernal, dos grandes expertos en materia económica cuyo relevo podría dar pie a todo tipo de especulaciones especialmente en los tiempos que vivimos y que no permiten otros experimentos en un área tan sensible que no sean con gaseosa. Los agentes sociales, tan poco dados ellos a movimientos de tropa con la que está cayendo, podrían haberse lanzado a la yugular del líder murciano si el sustituto de Marín no hubiera llegado investido de los laureles que otorga la nobleza, en este caso su sobrada experiencia en materia económica y fiscal que ahuyentase los temores a una posible deriva del gabinete murciano ante el tamaño de la crisis. ¡Pero, no! Se va Marín para incorporarse a la presidencia de la empresa mixta Cofides, donde irradiarán buenos consejos para los planes de ajuste que demanda la Unión Europea (UE), y llega Bernal (que ya fue consejero de ese mismo departamento en 2003), para continuar con la política iniciada por su antecesor y de igual forma con la conocida dureza a la hora de negarse a los juegos malabares que impone a las consejerías unos presupuestos restrictivos en cada una de ellas para permitir que Murcia alcance el ajuste demandado, tanto a nivel nacional como entre nuestros socios comunitarios. Dicho esto, hay que admitir que Valcárcel lo ha tenido fácil, por no decir muy fácil, pues sólo ha tenido que tirar de banquillo para que su once no se resquebrajara. Me refiero a que el cambio en el gabinete regional -¡que nadie ha llamado crisis!-, lo ha podido materializar sin tocar otras consejerías y sin que sus objetivos cambiaran de rumbo, un relevo que sólo es posible, volviendo al símil futbolístico, cuando se dispone de gente preparada para diversas áreas, que es otra de sus cualidades de su liderazgo, es decir, blindar el PP con hombres y mujeres capaces para asumir responsabilidades allá donde se les demande. La llegada de Bernal no deja de ser también, por muy preparado técnicamente que esté, otro reto futuro, pero es de agradecer que quién se pone al frente de semejante desafío diga claro y alto que los problemas de Murcia tienen solución, desde el más sencillo al más grave, pues para eso se le ha nombrado y es lo mínimo que se espera de él. Bernal ha hablado del ajuste español y murciano como la clave de la salida de la crisis, pero también ha dicho que el cuento nos lo debemos aplicar todos, en clara referencia a J. F. Kennedy cuando en su toma de posesión dijo a los americanos: «No me pidáis qué puede hacer América por vosotros, sino lo que vosotros estáis dispuestos a hacer por vuestro país». El compromiso social desde abajo. El retorno a la austeridad y el fin del gasto superfluo para sacar a España del cenagal en el que se encuentra. Luego se desparramó en claves básicas de la economía dura: hacer lo mismo con menos; pagar la deuda de Murcia con los proveedores, un asunto que empezó Marín y que Bernal deberá llevar a buen puerto para evitar más destrucción de empleo; potenciación del tejido productivo a partir de las pequeñas y medianas empresas, apoyo incondicional a los autónomos, contención de las políticas impositivas para no gravar al empresario; mantener la paz social como herramienta imprescindible para estimular a todos los sectores; buscar las complicidades con los agentes sociales… y, así, un largo etcétera. A la mañana siguiente y antes de buscar su nuevo equipo ya sentó en la mesa a sindicatos y patronal, porque a su entender de complicidades nacen las grandes soluciones y, especialmente, las más complicadas. Que la inspiración me pille trabajando, parece que quiera dar a entender. Y del talante de su carácter la mención que hizo sobre un comentario extendido a lo largo de la semana cuando se le postuló como futuro sucesor de Valcárcel: «Ni Valcárcel lo sabe». Y, punto pelota. Lo dicho, talante kennediano.