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Camisetas húmedas

La Razón
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Estaba yo cenando en Mallorca una noche de este verano, cuando de repente, zas, va y se sienta en la mesa de al lado el mismísimo Rafa Nadal, acompañado de su novia, Xisca, que, por cierto, es mucho más mona de lo que parece en las revistas. Y sí, no puedo negarlo, se me iban los ojillos hacia el campeón, por la admiración, el cariño…¡Y porque necesitaba comprobar si, efectivamente, tenía el brazo izquierdo mucho más potente que el derecho y, sobre todo, si estaba tan rebueno al natural como cuando se quita la camiseta para los anuncios de ropa interior, los de colonia o para los vídeos de Shakira! ¿Y qué?, se preguntarán ustedes. Pues nada. Vamos, nada, nada, no: me gustó. Pero no sólo me gustó, ¡ME GUSTÓ, ME GUSTÓ! Igual porque iba con el polo puesto y no sudaba como en la pista, al estilo del bombón que también se quita la camiseta a la hora en punto en el anuncio de Coca-Cola.

Es que, antes, lo de andar quitando camisetas húmedas y evaluar cuerpos era una cosa muy masculina; pero ahora, por suerte, con tanta exhibición de tabletas de chocolate y de bíceps, tríceps y un montón de músculos más –que servidora no sabía ni que existían– en pistas, campos, publicaciones y «spots» publicitarios, lo de «camisetas fuera» se ha vuelto tan femenino como para que, incluso aquellas mujeres que no son del Madrid, y que por no se sabe qué extraña circunstancia odian a Cristiano Ronaldo, se sigan poniendo de buen humor cada vez que el portugués, al finalizar un partido, se quita la suya.