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César Antonio Molina / Escritor: «El intelectual ha dado un paso atrás»

«Donde la eternidad envejece»César Antonio MolinaDestino538 páginas, 22,70 euros

César Antonio Molina / Escritor: «El intelectual ha dado un paso atrás»
César Antonio Molina / Escritor: «El intelectual ha dado un paso atrás»larazon

Al mundo hay que personalizarlo. Hay que quitarle el caos, que es un concepto muy griego, y reorganizarlo a la escala humana de nuestros gustos, con las diferentes vocaciones que van emergiendo. César Antonio Molina señala un grabado de Nápoles, un poema autógrafo de Gamoneda, unos grabados de Günter Grass, una cartelería antigua, que no son más que espejos que delatan las afinidades interiores. Una casa, con su selección de objetos y abandonos diversos, no deja de ser un retrato involuntario, un espacio que delata al individuo que uno va siendo a lo largo de los días.

–El tiempo cree que no existe nada más eterno que él, pero el hombre ha creado una idea de cultura, una forma de sobrevivir a él y de vencerlo a través de las obras literarias, arquitectónicas y cinematográficas, que lo desafían.
El escritor trae consigo una biografía copiosa en libros, una sedimentación de abundantes lecturas que, una vez asimiladas, empaqueta en cajas de cartón para donarlas a la Biblioteca de la Diputación de La Coruña, porque él siempre ha alimentado cierta aversión a las fundaciones, que no son más que altares falsos.

–¿No le duele escoger?
–Cuanto más lees, más cuenta te das de lo poco que has leído. La vida es corta y hay mucho.
El escritor bromea con su trayectoria. Ha dirigido el Círculo de Bellas Artes, el Instituto Cervantes y ha sido ministro de Cultura. «Mucho "ex"», bromea. Al final se ha quedado en lo que le gusta, la literatura y en unos volúmenes que aúnan la memoria, la reflexión, la cita, la erudición, el viaje (que es la excusa, con las ruinas y lugares de Italia, Tuquía, Egipto, Alemania y Francia, entre otros, de fondo). «Donde la eternidad envejece» (Destino ) sale ahora y es el quinto de una serie que va tomando cuerpo.

–Es un género que se remonta a Ovidio, cuando es exiliado y escribe ese libro donde reúne poemas, reflexiones, cartas, memorias.
También menciona a San Agustín, Montaigne, Pessoa, hombres que hicieron su obra de manera transversal. Y de la importancia de viajar, de estar en los sitios, de saber lo que han representado en la Historia.

–¿Cuál es el papel de estos libros que escribe?
–Al principio no lo sabía, pero tengo la sensación de que estoy contando un cambio de civilización. Esta crisis económica es una crisis globalizada que toca otros aspectos.
La decadencia de las humanidades y la paulatina sustitución del conocimiento por la información son aspectos que le preocupan ahora.
–Conocimiento es meditar, escribir. ¿La información va a cubrir esos pasos? Esta dualidad es uno de los elementos de nuestra crisis.

–Las humanidades, en este momento, no están de moda.
–Vargas Llosa lo dice. Estamos en un mundo del espectáculo. El intelectual ha dado un paso atrás. Los rostros del cine, la televisión y el teatro tienen una influencia mayor que un artículo. «Delenda est monarchia», de Ortega y Gassett, tiene menos influencia que la foto de un actor. Hoy, un jugador de fútbol, un diseñador de moda o un restaurador tiene más valor que un intelectual o un escritor, porque estamos en el mundo de la imagen.

–Se pierde una formación..
–Hoy, se dice, que se leen más libros que nunca. ¿Pero qué libros? ¿Los han acabado? ¿Todos son best-seller? Hoy pasan miles de personas por los museos. Se calculó cuanto se para una persona delante de «La Gioconda»: no llega a medio segundo. Así sucesivamente. Un partido de fútbol, junta a 90.000 personas. ¿ Cuántos días equivale, en público, para un museo? La cultura es un esfuerzo, una exigencia. No es excluyente. Pero no todo el mundo desea acceder. Y tampoco tienen por qué hacerlo.

El escritor defiende lo físico, la importancia de las cosas. «La cultura tiene una carga simbólica y esa carga recae en el objeto», asegura en una defensa de lo tangible. Después regresa a sus ideas.
–En la actualidad, el intelectual debería intervenir más, mantener el espíritu crítico, mostrar sus desacuerdos con el poder, pero tampoco debe desatender su obra.

–Ha fallado la educación.
–El bachillerato no ha funcionado. Las Humanidades han ido desapareciendo del bachillerato. Antes sabíamos quiénes eran Eneas, Odiseo, pero todos esos héroes han sido sustituidos por una literatura popular que, además, no hemos creado nosotros. Hemos renunciado a nuestros propios mitos, héroes y leyendas. Hemos abandonado nuestra tradición judeocristiana y grecolatina. En Francia y Alemania se han mantenido estos estudios, pero aquí las Humanidades han sido las perdedoras de la Educación primaria. Y el que no ha llegado leído a la universidad ya es muy difícil recuperarlo.

 

El falso criterio de las ventas
¿Qué ocurrió para que pasáramos de «Memorias de Adriano» a «Los pilares de la tierra»? «Todos tenemos parte de culpa. Sucedió cuando convertimos la cultura sólo en industria. Desde ese momento hay que vender libros, entradas... si las películas de entretenimiento se venden más que las reflexivas, pues eso. Hoy muchos escritores no dicen si su obra es buena, sino que se ha vendido mucho. Se compara lo que se vende y no. Y se ha producido una tergiversación. Si no se vende es que es malo, no es útil. Se ha inculcado ese error».
 

 

Los libros como legado
César Antonio Molina tiene un ático, con frases de Montaigne, donde junta sus lecturas favoritas. Es una de las dos bibliotecas que ha ido haciendo –porque las bibliotecas se hacen– junto a Mercedes Monmany. La otra la tienen a las afueras de Madrid. Una casa con un espacio amplio en el que han ido levantando estanterías, baldas y donde se juntan libros, cuadros, cartas, recuerdos, aquello que va dando personalidad, que forma recuerdos. La tercera es la Biblioteca de la Diputación de La Coruña. Allí tienen una sala con sus nombres. Un lugar donde van enviando volúmenes, títulos, para que se pongan a disposición pública, y que es su verdadero legado.